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>>Parecida sorpresa experimentó un jovencito de
los alrededores de Buttigliera. Había ya comenzado
el curso escolar, cuando me encontraba un día yo
con otros alumnos, Francisco Cerruti, entre ellos,
más don Miguel Rúa y el clérigo Cagliero, en torno
a don Bosco. Le pedíamos un consejo que nos
sirviese de norma para progresar en la virtud y
sobre todo que nos iluminara respecto a las
necesidades del alma de cada uno en particular. En
aquel momento se presentó un chico de unos trece
años, en cuya casa había parado don Bosco más de
una vez y que se llamaba César B... Como había
oído contar a sus compañeros que don Bosco conocía
los pecados secretos de las conciencias, se
presentó a él y, con cierto desenfado le dijo:
>>-íA que no adivina usted mi interior!
>>Entonces don Bosco, que estaba sentado, se
acercó a él en presencia de todos y le habló un
momento al oído. En cuanto hubo acabado, levantó
el muchacho la cabeza y volviéndose a todos los
presentes, hondamente conmovido, nos dijo con
admirable ingenuidad:
>>-Don Bosco ha acertado. íSe trata de una cosa
que nunca he dicho a nadie, ni siquiera en
confesión!
>>Después se separó de él prometiendo ir pronto
a confesarse.
>>Otro día, estaba don Bosco en el comedor
después del desayuno. Le rodeábamos algunos de
nosotros, como de costumbre, y él nos miraba
sonriendo amablemente, y decía que conocía el
interior de nuestro corazón. Un estudiante, cuyo
nombre creo debo callar, que habitaba en la ciudad
y ((**It6.460**)) venía a
menudo al Oratorio, casi despreciando lo que él
juzgaba imposible, lo interrumpió diciéndole:
>>-íPues bien, dígame mis pensamientos!
>>Don Bosco pidió que se acercara y le habló en
voz baja. No hemos sabido qué le dijo, pero el
hecho es que el muchacho quedó desconcertado y
confuso y no se atrevió a chistar. Yo estaba
presente.
>>Un compañero mío, estudiante de teología fue,
hace ahora dos años, a pasar unos días de campo
con cierto señor honrado y religioso en un pueblo
a unas diez o más millas de Turín. Al volver, fue
a confesarse con don Bosco y me contó después:
>>-He de decirte algo sorprendente. Antes de
venir a Turín, tenía un pecado en la conciencia;
como no me atrevía a descubrirlo después a don
Bosco, me confesé con el párroco del pueblo, donde
estaba. Ahora bien, hace pocos días fui a
confesarme con don Bosco, el cual, terminada la
confesión, me dijo:
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