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estaban convencidos en el Oratorio de esta virtud
de don Bosco, y si no surgieron nunca dudas acerca
de la veracidad de la cuestión. ((**It6.458**)) Es de
advertir que los suspicaces, los propensos a
interpretar de la peor manera todo dicho o hecho
ajeno, no podían ciertamente faltar en una
comunidad tan numerosa, en la que había cada año
bastantes alumnos nuevos, muchos de los cuales
tenían dieciséis y veinte años y no conocían a don
Bosco más que de nombre. Pero, el ya mencionado
profesor Turchi responde en su manuscrito: <>-Don Bosco, le desafío a leer mis pecados;
más aún, le invito a decirlos en alta voz y que
todos los oigan.
>>Respondióle don Bosco:
>>-Acércate.
>>Cuando lo tuvo al lado, lo miró a la frente y
le dijo unas palabras al oído. La cara del
muchacho se encendió como una brasa. Volvió don
Bosco a mirarlo a la frente y díjole de nuevo
alguna otra palabra en secreto, que tal vez
precisaba de una manera pormenorizada su vida
pasada. El muchacho se echó a llorar y gritó:
>>-Usted es el que me confesó esta mañana en la
iglesia de la Consolación, esto no se puede hacer.
>>-íImposible!, interrumpieron los compañeros;
don Bosco no ha salido de casa esta mañana; ni
podía ((**It6.459**)) saber
que tú te hubieras confesado. Estás muy lejos de
la verdad, porque todavía no sabes quién es don
Bosco. íEsto es cosa de todos los días!
>>Ante aquellas evidentes razones el buen
muchacho se tranquilizó y desde aquel instante
puso toda su confianza en don Bosco. Yo presencié
el hecho; y también da testimonio del mismo don
Miguel Rúa.
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