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((**Es6.345**) Esto sucede especialmente con ocasión de fiestas solemnes y de ejercicios espirituales. Dichosos los que entonces se aprovechan de mis avisos, especialmente en el sacramento de la penitencia. Pero en otras ocasiones no veo nada. Este fenómeno se repite a intervalos más o menos largos. >>Es decir, siempre que lo exigía la salvación de las almas. >>Pero, en general, don Bosco templaba la impresión que ((**It6.454**)) podían dar sus palabras, desviando la idea de un don sobrenatural y decía sonriendo: -Cuando confieso, deseo, si es de noche, que la luz esté colocada de modo que yo pueda ver la frente de los muchachos y, si es de día, prefiero que se coloquen delante, porque así los confieso más aprisa. >>El veía las conciencias de sus muchachos sin velo alguno como en un espejo; estoy seguro de ello y he visto repetirse el hecho cientos de veces. >>Esto es lo que los alumnos llamaban leer en la frente. >>No quiero pronunciar juicios de ninguna clase, me basta contar las cosas tal como yo las sé y conmigo todos los alumnos del Oratorio>>. Estaba tan arraigada en todos las persuasión de que don Bosco leía en la conciencia, no sólo los pecados externos, sino hasta los pensamientos más recónditos, que la mayor parte de ellos se confesaba más a gusto con él que con los otros sacerdotes. Y decían: -Yendo con don Bosco estamos más seguros de hacer buenas confesiones y comuniones porque, si acaso nos olvidásemos de algún pecado, él nos lo recordaría. Por eso siempre había una gran muchedumbre rodeando su confesonario. Cierto día, una persona muy celosa y prudente, al ver tanta afluencia, dijo a don Bosco que él debería abstenerse de confesar a sus alumnos, pues era fácil que, por temor o por vergüenza, callaran los pecados. Contestóle don Bosco ingenuamente: -íNo faltaba más que yo se los dejara callar! Y ésta era la convicción general de todos los alumnos a quienes cientos de veces se los oyó exclamar: -Es inútil callar o esconder los pecados a don Bosco, porque los conoce lo mismo. ((**It6.455**)) En efecto, son innumerables los que todavía, al día de hoy, afirman que les sucedió varias veces experimentar en la confesión cómo descubría y enumeraba sus pecados uno tras otro de manera tan clara, como si los tuviera ante sus ojos escritos en un cuaderno. (**Es6.345**))
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