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Esto sucede especialmente con ocasión de fiestas
solemnes y de ejercicios espirituales. Dichosos
los que entonces se aprovechan de mis avisos,
especialmente en el sacramento de la penitencia.
Pero en otras ocasiones no veo nada. Este fenómeno
se repite a intervalos más o menos largos.
>>Es decir, siempre que lo exigía la salvación
de las almas.
>>Pero, en general, don Bosco templaba la
impresión que ((**It6.454**)) podían
dar sus palabras, desviando la idea de un don
sobrenatural y decía sonriendo: -Cuando confieso,
deseo, si es de noche, que la luz esté colocada de
modo que yo pueda ver la frente de los muchachos
y, si es de día, prefiero que se coloquen delante,
porque así los confieso más aprisa.
>>El veía las conciencias de sus muchachos sin
velo alguno como en un espejo; estoy seguro de
ello y he visto repetirse el hecho cientos de
veces.
>>Esto es lo que los alumnos llamaban leer en
la frente.
>>No quiero pronunciar juicios de ninguna
clase, me basta contar las cosas tal como yo las
sé y conmigo todos los alumnos del Oratorio>>.
Estaba tan arraigada en todos las persuasión de
que don Bosco leía en la conciencia, no sólo los
pecados externos, sino hasta los pensamientos más
recónditos, que la mayor parte de ellos se
confesaba más a gusto con él que con los otros
sacerdotes. Y decían:
-Yendo con don Bosco estamos más seguros de
hacer buenas confesiones y comuniones porque, si
acaso nos olvidásemos de algún pecado, él nos lo
recordaría.
Por eso siempre había una gran muchedumbre
rodeando su confesonario.
Cierto día, una persona muy celosa y prudente,
al ver tanta afluencia, dijo a don Bosco que él
debería abstenerse de confesar a sus alumnos, pues
era fácil que, por temor o por vergüenza, callaran
los pecados. Contestóle don Bosco ingenuamente:
-íNo faltaba más que yo se los dejara callar!
Y ésta era la convicción general de todos los
alumnos a quienes cientos de veces se los oyó
exclamar:
-Es inútil callar o esconder los pecados a don
Bosco, porque los conoce lo mismo.
((**It6.455**)) En
efecto, son innumerables los que todavía, al día
de hoy, afirman que les sucedió varias veces
experimentar en la confesión cómo descubría y
enumeraba sus pecados uno tras otro de manera tan
clara, como si los tuviera ante sus ojos escritos
en un cuaderno.
(**Es6.345**))
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