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imitar sus virtudes. Terminada la lectura de estos
libritos, volveré a leerlos desde el principio.
Quién no se emocionará al imaginarse el momento
en que aquellos buenos jóvenes, con la pluma en la
mano y la hoja de papel delante, escribían estos
renglones en los que fijaban su suerte para una
eternidad feliz, como debemos esperar? íNos parece
ver sus semblantes juveniles, graves y recogidos,
con los ojos levantados a lo alto en busca de la
frase; y después aquel candor que se traslucía en
su ademán al entregar a don Bosco el papel de sus
secretos! íAh! que el Señor os bendiga, queridos
jóvenes y un día os presente vuestros papelitos
como título de gloria.
Cuál era el resultado de tales industrias,
preguntáis: Responde el canónigo Jacinto Ballesio
en su oración fúnebre: La vida íntima de don
Bosco:
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mortificación, guía amabilísima, ejemplo
esplendoros y eficaz. Jóvenes que no habrían
cometido ni un solo pecado venial deliberado por
nada del mundo. Jóvenes de una devoción tan sólida
y tierna, que llegaba a lo extraordinario. íEra
encantador verlos en la iglesia arrobados en
éxtasis beatífico y celestial! íCuántas veces
acudían al Oratorio algunos aristócratas de la
ciudad en compañía de sus hijos para que se
mirasen en el espejo de los hijos del pueblo,
convertidos inconscientemente en nobles y grandes
pro su piedad! Estos eran los predilectos de don
Bosco, que llenos de su espíritu, lo ayudaban
poderosamente y ejercían sobre sus compañeros una
enorme y saludable influencia. En el Oratorio se
vieron exquisitas y bellas virtudes: la inocencia,
la sencillez, la felicidad cristiana, las mismas
que fascinaron los principios de santo Domingo y
de san Francisco de Asís con sus discípulos. Y que
el profano llamaría leyenda, es una historia
verdadera>>.
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