((**Es6.323**)
A la mañana siguiente preguntó a don Bosco si
había mirado la tarde anterior a aquel compañero
con alguna intención especial. Y don Bosco le
respondió:
-Pregúntale qué le dice la conciencia sobre
ello.
Y la conciencia respondió de tal modo, que el
pobrecito fue a confesarse y quedó tranquilo.
Unía don Bosco a la mirada unos modales
ingeniosos para grabar en la memoria sus avisos.
Para estimular a uno a perseverar en la virtud,
solía emplear con cierta gravedad, mezclada con
una indefinible sonrisa a flor de labios, una
industriosa ceremonia de su invención con la
siguiente fórmula: Fe, esperanza, caridad, buenas
obras, amistad. Al decir la palabra fe, tocábale
ligeramente con la extremidad de los dedos de una
mano en la mejilla derecha; al decir esperanza, le
tocaba en la izquierda; cuando pronunciaba
caridad, le daba un golpecito en la barbilla; en
la nariz, a las palabras buenas obras; y golpeando
un poco más fuerte la mejilla derecha, decía
amistad. Todos quedaban más contentos con esta
broma que si hubiesen recibido el premio más
apetecido, y sentíanse muy animados a ser buenos,
según lo aseguraban todos a una.
((**It6.424**)) Tenía
siempre a flor de labios otro misterioso juego de
palabras. Preguntábale a veces un clérigo o un
estudiante cómo se las componía para saber el
futuro y adivinar tantas cosas secretas de todo
género.
-Escúchame: el medio es éste y se explica con
Otis, Botis, Pía, Tutis. Sabes qué significan
estas palabras?
-Yo no.
-Pues está atento. Son palabras griegas.
Y repetía silabeando:
-O, tis... Bo, tis... Pí, a... Tu, tis.
Entiendes?
-Es un asunto difícil de entender.
-Bien lo sé yo. Yo mismo no he querido nunca
descubrir a nadie el significado de este apotegma.
Y nadie lo sabe ni se sabrá jamás, porque no me
conviene decirlo. Este es mi gran secreto, con el
que realizo todas las cosas extraordinarias; con
él leo en las conciencias, por su medio se me
abren todos los misterios. Pero si tú eres pícaro,
mira a ver si puedes comprender algo.
Y repetía las cuatro palabras apoyando
sucesivamente al pronunciar cada una de ellas la
punta del dedo índice en la frente, en la boca, en
la barbilla, en el pecho del muchacho y terminaba
dándole de repente un ligero cachete.
El muchacho reía, le besaba la mano, pero
insistía:
(**Es6.323**))
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