((**Es6.322**)((**It6.422**)) Miraba
también don Bosco de esta manera cuando alguno le
hacía una promesa que sabía no sería cumplida, o
le decía algo contrario a la verdad. Pero aquel
ademán significaba claramente en tal ocasión una
duda, un reproche o una negativa y era como el
avance de un aviso interesante.
Sucedía en alguna ocasión que, mientras
confesaba don Bosco en las sacristía, pasaba algún
muchacho que no tenía ninguna intención de
confesarse, aún cuando lo necesitaba. Pues bien,
si don Bosco le miraba fija y bondadosamente a la
cara, acontecía lo que se cuenta del ruiseñor que
queda fascinado por la serpiente. El muchacho ya
no era capaz de alejarse. Se paraba indeciso, daba
todavía unos pasos hacia la puerta, volvía atrás,
se acercaba a don Bosco, caía de rodillas y
esperaba su vez para confesarse. Se había sentido
atraído hacia él por una amable fuerza, se había
disipado toda repugnancia y se había despertado de
repente en su corazón la confianza filial. Hemos
sabido esto de boca de amigos íntimos, que
experimentaron tan benéfico influjo.
Si veía durante el recreo que uno tenía
demasiada curiosidad por saber lo que otro hacía o
decía, o por escuchar un chiste o conversación
inconveniente, le apretaba ligeramente con su
índice el lóbulo de la oreja sobre el pabellón
como para taparlo. Si veía que otro era algo libre
en sus miradas, tocábale casi en broma los
párpados y se los bajaba como para cerrarle los
ojos. A un tercero le tomaba los dos labios con el
pulgar y el índice y le cerraba la boca,
queriéndole indicar de este modo que no la abriera
para murmurar. Hacía todo esto con una delicadeza
sin par, sin pronunciar palabra, pero su mirada lo
decía todo. Eran advertencias elocuentísimas e
imborrables.
íQué grande era el poder de la mirada de don
Bosco! Cierto alumno ((**It6.423**)) no
podía conciliar el sueño ya avanzada la noche.
Desasosegado, volvíase de un lado para otro.
Suspiraba a cada instante, resoplaba con fuerza y,
de cuando en cuando, mordía las sábanas. El
compañero, que dormía a su lado, se despertó y le
preguntó:
-íOye, amigo! Qué te pasa?
Pero el otro no le respondió y siguió gimiendo.
-Qué tienes?, insistió.
-Que qué tengo? íAyer por la tarde me miró don
Bosco!
-Y eso qué? íVaya una novedad!
-Es que me miró de una manera... íConozco yo
muy bien las miradas de don Bosco!
-Te habrás equivocado. Ten paciencia y no
molestes a todo el dormitorio, -concluyó diciendo
aquel muchacho.
(**Es6.322**))
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