((**Es6.316**)
chicos reían e imitaban el mismo gesto sobre la
cabeza del compañero que tenían delante. A un
chiquillo, que apoyaba silencioso la cabeza en su
brazo, le decía: -íCállate! Y a otro: -íAh,
bribonzuelo! -y le amenazaba bromeando con el
dedo-.A otros muchachos:-Quiero que seamos amigos:
pero de veras, no en broma. Respóndeme, eres
sinceramente mi amigo? Y a alguno: -Cuándo nos
veremos?, y el joven comprendía que se trataba de
hablar de los asuntos del alma y de la vocación.
A veces daba un aviso a un jovencito y,
volviéndose de repente a otro, decía: -Has
entendido? ((**It6.414**)) Sucedía
en ocasiones que uno se le acercaba para besarle
la mano y él agarraba la del muchacho y sin
soltarla decía:
-Vete, vete a jugar.
Y seguía hablando con los que le rodeaban;
volvíase de nuevo al pequeño prisionero y repetía:
-Vete; qué haces aquí?
-íPero si usted no me suelta!
Don Bosco sonreía, seguía reteniéndolo,
conversando y después: -íEa!, vete, vete, todavía
estás aquí?
El chico también sonreía y entonces don Bosco
le soltaba y le dejaba ir a correr y saltar.
Empleaba estas maneras especialmente con los que
al parecer andaban algo apartados de él.
A los que veía silenciosos y pensativos,
sospechando que rumiaban algún pensamiento de
murmuración, les preguntaba de repente:
-Qué dices?
-Yo? íNada!
-Creía que habías hablado.
De este modo les sorprendía y desvanecía su
imaginación.
Todas estas frases y maneras acababan
generalmente con una palabra confidencial que los
chicos llamaban: LA PALABRITA AL OIDO. Pero, en
qué consistía esta palabra que ya hemos mencionado
varias veces en nuestras Memorias Biográficas?
Era algo así como el eco de la palabra de Dios:
<> 1.
De este modo don Bosco, lleno de celo y
prudencia, lo gobernaba todo con su consejo, se
informaba de todo, conocía a todos los alumnos
internos y externos, ((**It6.415**)) los
distinguía por su nombre y su
1 Hebr. IV, 12.
(**Es6.316**))
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