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1859. Hay que hacer notar que aquel año hubo las
insubordinaciones ((**It6.398**))
causadas por la guerra. Pues bien; de trescientos
jóvenes hay en lista sólo quince, de los cuales
cuatro nombres tienen al lado la palabra duda.
Esta nota honra grandemente al Oratorio. Anotaba
también los nombres de los alumnos que no debían
continuar como estudiantes y que convenía dedicar
a un oficio; de los aprendices que merecían pasar
a estudiantes; y de aquéllos que, por su conducta
no muy satisfactoria, podían ser readmitidos
después de las vacaciones y someterlos todavía a
otra prueba.
Pero si era el alma, como hemos dicho, la
primera palabra de don Bosco cuando un muchacho
entraba en el Oratorio, era también la última
cuando salía de él. <>
Con todos ellos mostró su ternísima caridad, y
no sólo con los buenos, lo mismo estudiantes que
artesanos, que por diversos motivos volvían a sus
pueblos por haber terminado sus estudios o su
aprendizaje; no sólo con los externos que iban a
despedirse de él antes de marcharse de Turín, sino
también con los que no habían correspondido a sus
ciudados y en los que tal vez había puesto sus
esperanzas. El recibía o llamaba a todos antes de
partir y, con singular benevolencia, les daba los
consejos necesarios para prosperar en el estado
que eligieran; les bendecía y los exhortaba a
volver con frecuencia por el Oratorio, a seguir
siendo virtuosos y dignos hijos de don Bosco; en
conclusión, a salvar su alma.
Nunca los olvidaba y, si se enteraba que alguno
de ellos se encontraba en apuros, con paternal
amabilidad ((**It6.399**)) los
socorría o les buscaba ayuda entre personas
caritativas. Le decía don Bosco a uno de los
nuestros, zapatero y soldado, cuya familia era
pobre y que fue a visitarle:
-Te han dado dinero en casa?
Ante su respuesta negativa, añadió, poniendo en
su mano unas monedas:
-Toma y no digas nada a nadie. Si te encuentras
falto de recursos, ven a mí.
íCuántos hechos semejantes se podrían escribir!
Con estos actos de beneficencia seguía siendo
el dueño de sus corazones para darlos a Dios; era
su buen padre de siempre, el que había alegrado su
corazón juvenil. Por eso, cuando después de muchos
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