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y en voz baja le preguntaran si había entendido lo
que estaba estudiando, si encontraba dificultad en
las tareas; y le dijeran:
-Quieres que te ayude?
De este modo algunos, que al principio parecían
incapacitados para los estudios, alcanzaron
excelentes resultados.
Así que eran pocos los estudiantes que merecían
reproche. Nadie podrá jamás imaginar el afán por
el estudio de aquellos tiempos. Cuando estaban los
chicos en el comedor tenían a su lado el libro
abierto; acortaban el recreo y se retiraban a un
rincón del patio para repasar la lección; de noche
buscaban un sitio próximo a la luz para poder
dedicar al estudio el mayor tiempo posible. Eran
necesarios avisos continuos para impedir abusos
que podían perjudicar a su salud.
((**It6.397**)) Don
Bosco se servía, con provecho moral para la casa,
de los registros de notas de conducta y de los
informes de los asistentes, para descubrir de
manera sorprendente a los que sabían ocultar su
malicia a los ojos de los Superiores. Además del
registro oficial de conducta, tenía él otro
registro particular de todos los jóvenes, y
siempre que oía un informe poco honroso, una falta
ligera, pero de las que ponen en guardia a un
hombre prudente ante la seria sospecha sobre la
conducta de un alumno, colocaba al lado del nombre
de éste una de sus señales convencionales, que
sólo él entendía y que especificaba la cualidad
del mal de que se le acusaba. A veces había un
nombre que en un solo mes llegaba a tener diez o
quince señales, que a lo mejor indicaban todas lo
mismo. Don Bosco repasaba atentamente de vez en
cuando este registro. De cien alumnos, había
noventa que no tenían señal alguna, pero diez o
doce llevaban su nombre señalado varias veces.
Entonces dedicaba todos sus cuidados a estos
últimos, indagaba minuciosamente su conducta, los
ponía bajo una vigilancia especial, observaba
quiénes eran sus compañeros más frecuentes, hacía
que alguien les preguntara y él mismo los
interrogaba, y muy difícilmente podía el demonio
mantener ocultas sus asechanzas y sus amistades.
Don Bosco recomendaba a menudo este sistema a
sus directores y les aseguraba que lo había
encontrado muy ventajoso y casi infalible en sus
dictámenes.
Con su registro en la mano, al llegar el mes de
junio, al fin de curso, tomaba las medidas
oportunas para proteger la moralidad al año
siguiente. Escribía una nota con los nombres de
los que no habían de volver más, se la entregaba
al Prefecto, y le encargaba de que se quedaran en
sus casas para el año próximo. Guardamos todavía
la lista de los que debían ser expulsados, fechada
al 15 de mayo de
3(**Es6.302**))
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