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Y entonces la voz vibrante de un soprano,
acompañada por los coros, elevaba a Dios una
plegaria, pidiendo que todos los hombres venerasen
a su Vicario y le obedecieran; que se formase en
la tierra un solo rebaño bajo un solo pastor y que
todos los muchachos del Oratorio pudieran un día
hacer corona a Pío IX en el cielo.
Terminados los cantos, todos los muchachos, a
una señal de don Bosco, ocuparon su puesto para la
abundante merienda. Cada uno manifestaba su
gratitud al Papa como mejor sabía. Sucedíanse sin
cesar alegres brindis, gritos, vítores y aplausos.
Terminada la merienda, cantaron los coros un
himno a Pío IX:
De la vida en los vaivenes,
en los trances del dolor
el recuerdo de los bienes
que hoy llenan el corazón,
volverá con dulce imagen
a llenar el pensamiento.
Volverá a llenar nuestra alma
de pobres y abandonados
que recogió en su casa
aquel hombre, que apoyado
((**It6.24**)) por el
Papa Pío nono
nos puso en el buen sendero.
Juntos con su bendición
alcemos la vista al cielo
que es nuestro, lo dijo Dios:
Es para el pobre el consuelo,
es la patria de quien vive
en fraterna caridad.
Estuvo presente un redactor del periódico
Armonía, y publicó una relación del acto, que
terminaba con estas palabras:
Resulta difícil expresar con palabras la dulce
emoción que despertaba en el corazón la vista de
tantos jóvenes, que, con cantos y música, lo mismo
en el templo que fuera de él, en prosa y en verso,
exteriorizaban esa viva y reposada alegría, que
sólo puede brotar de una conciencia, que puede
decirse a sí misma: Estoy en paz con Dios.
Por doquier resonaban los aplausos y vítores de
íViva el Papa! íViva su gran bondad! Pero una gran
sorpresa nos esperaba al caer de la tarde, cuando
ya estaba para dispersarse la reunión y
encaminarse cada cual a su casa. Movidos por un
incontenible entusiasmo, se juntaron en derredor
de su Director y exclamaron a una voz: gracias
Santo Padre, gracias; que Dios os lo pague. Quién
podrá ir a darle las gracias dignamente por
nosotros? Señor Director, comunique al Santo Padre
nuestro reconocimiento, que lo amamos con toda la
efusión de nuestro corazón, que veneramos en su
persona al Vicario de Jesucristo y que todos
nosotros deseamos y queremos vivir y morir en la
religión, que tiene a Dios por cabeza invisible y
tiene un tan tierno y buen Padre, al gran Pío IX,
como Vicario en la tierra.(**Es6.30**))
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