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Daba a los asistentes estos avisos; -Vigilad
continuamente a los muchachos doquiera se
encuentren, poniéndoles casi en la imposibilidad
de portarse mal; y de un modo particular por la
noche después de cenar, y prevenir de este modo
aun el ((**It6.391**)) menor
desorden. -El sábado por la tarde o la víspera de
cualquier fiesta vigílese a los muchachos al salir
del estudio o de los talleres, para que no se
paren o anden por escaleras, corredores y patios
so pretexto de ir a confesarse; y procúrese que
lleve cada uno consigo El Joven Cristiano, para
prepararse y dar gracias después de la confesión.
Recomendaba a todos los que ocupan un puesto de
mando:
-No peguéis nunca a los muchachos por ningún
motivo. -No se tolere jamás la inmoralidad, ni la
blasfemia, ni el hurto. Cuando haya pruebas
ciertas de que un alumno es escandaloso o
peligroso, remítasele al Prefecto, el cual lo
alejará del Oratorio sin tardar. -Si se trata de
faltas pequeñas, téngase en cuenta la ligereza de
la edad juvenil. Por ejemplo, es difícil encontrar
muchachos que no digan mentiras, o que no cometan
pequeños hurtos de comestibles, dada la ocasión.
-Cuando estáis excitados o enfadados, absteneos de
reprender o corregir, para que no piensen los
muchachos que obráis por pasión; esperad, incluso
algunos días, hasta que se haya apagado toda
indignación o cólera, o haya desaparecido aquella
impresión violenta. -Asimismo, cuando hay que
corregir, reprender o hacer una observación a un
muchacho, procúrese llamarlo aparte y cuando no se
encuentre agitado y enfadado: aguárdese hasta que
esté sosegado y tranquilo; avísesele entonces y
despídasele siempre con alguna buena palabra; por
ejemplo, diciéndole que en adelante queréis ser su
amigo y ayudarle en todo lo que podáis, etc.
Y añadía: -Cuando un alumno se muestra
arrepentido de una falta, perdonadle en seguida y
perdonad de corazón: Echadlo todo al olvido. -Y
después, que nadie diga jamás a un muchacho o a
otro que ha desobedecido, que ha dicho una palabra
insolente, o faltado ((**It6.392**)) de otra
manera al respeto: íYa me las pagarás! Porque este
lenguaje no es cristiano. -No se den castigos
graves por faltas leves, pues el alumno que se
considera castigado sin razón, guardará el
recuerdo de ello en su corazón, y a veces también
el deseo de venganza, y, si no puede vengarse,
echará pestes contra aquel maestro y aquel
asistente. Hay ejemplos espantosos de esos odios
guardados largos años. -Cuando es inevitable
castigar a un muchacho, procúrese llevarle aparte,
hacerle reconocer su falta y, al mismo tiempo,
darle a entender el disgusto que se experimenta al
tener que castigarle. -No se impongan nunca
castigos generales a toda una clase o
(**Es6.298**))
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