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diríamos racionales, para la buena marcha del
Oratorio, sugeridos por el continuo estudio de la
vida común, la agudeza de su ingenio y su larga
experiencia. Estos los exponía en conferencias a
los superiores de la casa, a quienes decía a
menudo:
-Para el prestigio de vuestra palabra y para
que obtenga el efecto deseado, es necesario que
cada superior destruya en toda circunstancia el
propio yo. Los muchachos son finos observadores, y
si advierten que en un superior hay celos,
envidia, soberbia, manía de aparecer y de
sobresalir, está perdida su influencia sobre su
espíritu. La falta de humildad perjudica a la
unidad; el amor propio de un Superior arruina un
colegio. íAh, sí! Siempre florecerán los antiguos
tiempos del Oratorio, si no se tiene más mira que
la gloria de Dios; si, por el contrario, buscamos
la nuestra, nacerá el descontento, la división y
el desorden. Los hermanos deben formar un solo
cuerpo con el Superior y éste un solo corazón con
todos sus subordinados, sin segundas intenciones
que no sirven para nuestro ((**It6.390**)) santo
fin.
Por esto les recomendaba tuvieran gran mesura
en las palabras al tratar con los hermanos y demás
personas subordinadas.
-Para mandar, repetía, hay que emplear siempre
estas u otras
expresiones semejantes: -Podrías hacerme el favor?
Quieres hacerme una cosa grata? Estarías dispuesto
a hacerme un favor? Te vendría bien hacer esto? No
hay que usar nunca la voz de mando; no se diga
jamás yo quiero, ni se manden cosas superiores a
las fuerzas de un individuo, perjudiciales para la
salud, o contrarias al bien espiritual de aquél a
quien se quiere inducir a una obra o aceptar un
cargo.
Inculcaba a los maestros: -Sed los primeros en
llegar al aula y los últimos en salir. -Cuidad con
particular atención a los más atrasados. -Para la
ación escolar no contéis con el comportamiento de
vuestros alumnos en el recreo. -No echéis nunca
del aula a los muchachos negligentes y tolerad
mucho su disipación. -La víspera de las fiestas
anunciadlas brevemente con una exhortación a la
comunión, al terminar las clases de la tarde. Es
mucha la influencia de la palabra del maestro
sobre los alumnos, cuando éstos le quieren. -No se
lean las calificaciones de conducta los sábados,
para no disminuir la frecuencia y serenidad de las
confesiones con el mal humor de los que la
tuvieran baja. Los domingos por la tarde
sustitúyase la lectura del libro recreativo, que
suele hacerse en el salón de estudio durante el
último cuarto de hora, por la de un capítulo del
Reglamento, que sirva de recuerdo para perseverar
en los buenos propósitos hechos por la mañana.
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