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La confesión era también preparación a la
comunión, y ésta, muy frecuente, es un medio
absolutamente necesario para conservar la
moralidad en un centro de educación. Merced a sus
continuas exhortaciones había un crecido número de
muchachos que la recibían diariamente; otros, más
numerosos, varias veces a la semana; casi todos,
al menos los domingos, y los más negligentes cada
quince días o una vez al mes. Don Bosco se cuidaba
de proporcionar ocasiones frecuentes y periódicas
que excitaran los corazones a acercarse a la
sagrada mesa con la debida preparación.
Mencionamos algunas de éstas, ambientadas con
sentidos actos de piedad.
El ejercicio de la buena muerte en el primer
jueves de cada mes, casi siempre precedido con el
anuncio dado por don Bosco de que alguno de los
muchachos iba a ser llamado a la eternidad.
Precisaba el tiempo, a veces las circunstancias,
que acompañarían aquella muerte y en otras
ocasiones la inicial del apellido del que iba a
morir. El mismo don Bosco leía de rodillas al pie
del altar las oraciones de esta conmovedora
práctica de piedad.
Se celebraban devotamente todas las novenas
solemnes de la Virgen. Don Bosco instaba vivamente
a que se hicieran bien la de la Inmaculada y la de
Navidad, diciendo:
-No olvidéis que de estas novenas bien
celebradas depende en su mayor parte el éxito de
todo el año.
La visita al Santísimo Sacramento era libre,
sin obligación de ninguna clase, ni molestas
presiones. Y era tal el continente de los chicos
en la iglesia, que bastaba verlos para encender la
piedad en los corazones más fríos. El artista que
esculpió la estatua de san Luis colocada en un
altar del Oratorio festivo de san Francisco de
Sales, reprodujo ((**It6.389**)) en el
rostro del santo la fisonomía de uno de aquellos
buenos chicos.
Las diversas Compañías eran verdaderos hogares
de caridad y jardines de virtudes.
Seleccionaba los libros de lectura para el
comedor y el dormitorio. Quería don Bosco que
estos últimos trataran de la vida ejemplar de
algún jovencito, apta para ser imitada.
Hacía el Vía Crucis con toda solemnidad todos
los viernes de marzo.
Predicaba un triduo al principio del año
escolar, otro como preparación a la Pascua de
Resurrección y cinco días de ejercicios
espirituales cada año.
Pero, además de los sacramentos y de las
prácticas de piedad, tenía él, para mantener el
bien e impedir el mal, otros medios, que
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