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como el sol, para los que se ingeniaban
astutamente para triunfar en sus proyectos. De ahí
su temor de que en sus filas se ocultaran
traidores y quisieran saber ((**It6.378**)) del
mismo don Bosco, qué motivos le habían inducido a
escribir.
Así que se vio llamado por el Ministro de
Gobernación. Fue recibido por un empleado del
ministerio, el cual, después de manifestarle
cortésmente que la carta por él escrita al Rey
era, a su juicio, poco respetuosa, pasó a hablar
de las profecías del Hombre de Bien.
-Es usted quien las publica?
-Sí señor, soy yo.
-Por qué escribe esas cosas que despiertan
inquietud en muchos? Qué sabe usted del futuro?
Por qué quiere pasar por profeta?
-Le advierto que escribo para un almanaque.
-Pero de dónde ha sacado las noticias que
anuncia con tanta seguridad?
-He dicho algo contra la verdad?
-íDe ningún modo! Yo le pregunto cómo consiguió
saberlas; usted debe tener revelaciones
confidenciales.
-No sé qué responderle. Nadie ha venido a
descubrirme secretos de Estado. Pero creo que no
he hecho ningún mal escribiendo lo que he escrito.
-No diga esto. Usted debe de tener algún
fundamento donde apoyar sus predicciones.
Seguramente habría hecho mejor no inmiscuyéndose
en estos hechos y en semejantes asuntos.
-íOh!, si ello es así... si yo lo hubiese
sabido... tenga usted la seguridad de que no
quiero causarles ningún disgusto. Por lo demás, le
repito que nadie puede quedar comprometido por mi
culpa.
-íY qué! Pretenderá usted entonces que yo crea
que lee en el porvenir?
-Es dueño de creer lo que le plazca.
-En conclusión, le he hecho llamar para decirle
que no es ((**It6.379**))
conveniente, más aún, que es peligroso meterse en
controversias, que pueden preocupar al Gobierno.
-Perdone, caballero, no veo motivo de peligros
y preocupaciones: o el Ministerio me cree profeta
y entonces tome las medidas que pide el bien del
Estado, o no me cree profeta y entonces,
desprécieme.
Sonrióse el funcionario y recomendándole que
fuera más prudente en adelante, lo despidió.
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