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ha sido muy amable con nosotros. Nos regaló
Lombardía y nosotros, como muestra de gratitud, le
hemos regalado sesenta millones, no para
compensarle de los gastos hechos, sino para que dé
una comida a sus soldados a nuestra salud. Bien
entendido:
tomarán parte en esta comida solamente aquellos
que no murieron en batalla, ya que los muertos no
necesitan nada, como no sea un Requiem aeternam.
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VII
Cierto e incierto -Deseos de paz -Temor a la
guerra -Un sermón -Tristes presagios.
Puede que alguno de vosotros me pregunte:
-Hombre de Bien, este año tendremos paz o
guerra? Os contestaré entre lo rto y lo incierto.
Es cierto que si los hombres no hacen la guerra,
nosotros tendremos paz; también es cierto que si
los hombres hacen la guerra, no tendremos paz. De
manera que la paz y la guerra están en manos de
los hombres. Digo esto discurriendo al estilo de
un almanaque.
Pero si he de manifestar mis deseos, diré de
todo corazón: -De toda guerra libera nos, Domine
(Iíbranos Señor); Señor, danos la paz per omnia
saecula saeculorum (por los siglos de los siglos).
Porque es horrible ver a jóvenes sanos y robustos,
fuertes como Sansón y que son en sus casas la
delicia de la familia, lanzarse unos contra otros,
dispararse cañonazos, fusilarse, traspasarse a
bayonetazos, degollarse, desgarrarse las carnes y
morir en medio de los campos como las fieras. íAy,
es algo de horror! Todos los que tomaron parte en
una guerra o que saben qué es la guerra, dicen:
-de toda guerra libera nos, Domine, estos son mis
más vivos deseos.
-Pero, cuáles son tus presentimientos, Hombre
de Bien? Qué piensas tú de todo esto? Tendremos
paz este año o tendremos guerra?
-Si queréis saber mi pensamiento de buen amigo,
os lo diré. Os anticipo que no puedo aseguraros
que las cosas sucedan como yo pienso. Sólo os diré
cómo pienso y cómo temo que suceda. Prestadme,
pues, atención.
Temo que en el presente año haya guerra otra
vez. Mi profecía se apoya en lo que decía mi
madre. Recuerdo que ella, cuando vivía todavía,
siempre decía: La guerra es un azote que Dios
manda a los hombres por sus pecados. Los pecados
se cometen todavía. Os aseguro que cuando estuve
con los soldados, encontré entre ellos a muchos
buenos que se encomendaban al Señor. Pero oí a
otros hablar mal de la religión, contra el Papa,
contra los obispos, contra los curas. Oí a otros
que blasfemaban cuando peleaban, cuando ((**It6.376**)) estaban
heridos, y hasta cuando morían. Y oí blasfemar en
francés, en italiano y en piamontés.
Al volver de la guerra a casa, me figuraba que
iba a encontrar las iglesias atestadas de gente,
dando gracias a Dios por haber cesado la guerra.
Por el contrario, me encontré a muchos
descontentos, que parecían desear (íbobalicones!)
más la guerra que la paz. Pero lo más grave es que
seguían oyéndose por todas partes blasfemias e
imprecaciones mucho más impías que entre los
soldados. Se trabaja y se manda trabajar en los
días festivos. Se predican sermones y muchos no
van; hay sacerdotes y confesonarios y muchos por
no causarles molestia, muchos (que no son herejes
ni judíos) se acercan rara vez, y no pocos no van
nunca a confesarse y algunos llegan al extremo de
burlarse del bien que otros hacen.
íTontos de capirote! Creéis que el Señor es una
marioneta y que proclamó sus
(**Es6.287**))
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