((**Es6.283**)
-Bravo, hombre de bien: tus refrescos me dieron
la vida; sin ellos hubiera muerto de sed en
Palestro.
((**It6.369**))
III
Cosas de Magenta -Caridad y consejos -Un capuchino
-La providencia -Quince napoleones.
En Magenta tomaron las cosas un cariz más
terrible. Llegué allí al día siguiente de la
batalla y vi tantos muertos y heridos, que
temblaba de pies a cabeza. Resuelto a hacer un
sacrificio por la patria, fuí repartiendo
refrescos a los pobres heridos mientras tuve;
después me puse a ayudar a trasladar heridos al
hospital y por ultimo a enterrar muertos. Cómo,
dirá alguno, el hombre de bien enterrando
muertos?Ni más ni menos, lo hice y lo volvería a
hacer. Tobías no era un hombre de bien?
Y a pesar de ello, dejaba la comida para ir a
enterrar a los muertos.
En medio de mis trabajos y fatigas recibí
grandes consuelos de muchos moribundos, que se
recomendaban su propia alma y yo les di a besar mi
crucifijo muchas veces. Pero daba lástima ver a
muchos soldados que pedían confesarse y no había
bastantes sacerdotes para contentar a todos. Como
no se podía hacer más, yo les sugería que hicieran
un sincero acto de contrición; y después les decía
que podían ir tranquilos al otro mundo, porque
Dios les perdonaría. Muchos me pedían que los
confesara yo; pero yo no podía oírlos en confesión
ni absolverlos. Hubo uno que me dijo: -Hombre de
bien, te confieso mis pecados y tú se los
confiesas luego a un sacerdote. -No, le contesté,
pesan tanto los míos que me hacen caminar con
giba; figúrate, si añado los tuyos. Reza el acto
de contrición y vete tranquilo.
Después de la batalla de Magenta quería seguir
al ejército, pero no tenía refrescos ni dinero
para nuevas provisiones, porque lo había gastado
todo para remediar tantas necesidades. Caminaba
triste hacia Milán preocupado de cómo continuar el
negocio, cuando se me acercó un capuchino y me
dijo:
-Qué te pasa, hombre de bien, que caminas tan
preocupado? Te han herido en Magenta?
-No me han herido en el cuerpo, pero sí en la
bolsa; no me queda dinero ni refrescos para
vender.
-Nadie te debe nada?
-No, sólo yo tengo algunas deudas en Turín.
((**It6.370**)) -Qué
hiciste con lo que ganaste hasta ahora en tu
negocio?
-Se lo di a los pobres soldados, que cansados o
heridos desfallecían de sed.
-Has hecho una buena obra. Dios te la premiará;
El suele dar cien veces más por cada obra buena en
esta vida y una recompensa eterna tras la muerte.
-Es verdad; yo no he tenido nunca coches, ni
caballos, salvo un borriquito, cuando me dedicaba
a vender cebollas. Sin embargo, he ido adelante
tan campante. Siempre he andado corto de dinero y
nunca me faltó la comida, pero ahora no me queda
nada...
-Espera, reza y después...
Mientras estaba entretenido en esta
conversación, oí la voz de uno que corría para
alcanzarme y decía:
-Para, aguárdame, aguarda...Al primer momento
temí que fuera alguien que me tomaba por un
bandido y
(**Es6.283**))
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