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y mercados porque todavía no conozco bien el
tiempo, lugar y modo de cómo suelen hacerse las
ferias y mercados en nuestros nuevos estados. Para
no tener parcialidades y disparatar suspendo el
hablar de todo ello. Pero puedo asegurar que lo
que os voy a decir lo considero de mucha mayor
importancia; son cosas para llorar y a veces para
reír. Os contaré mis hazañas guerreras; voy a
hacer de historiador y exponeros el pasado; haré
de político y os hablaré del presente; haré de
profeta y os anunciaré el futuro y, después de una
serie de hechos curiosos, me ingeniaré para
divertiros un poquito, cantándoos una canción.
II
Un saludo -La guerra -Negocio de refrescos
-Encuentro con un general francés en Montebello
-Cosas de Palestro -Un zuavo.
Os saludo cordial y respetuosamente, apreciados
amigos, y lo hago de todo corazón, porque mucho me
temía no poder volver a veros. La terrible guerra
del año pasado, en la que también yo tomé parte,
me quitaba casi todas las esperanzas de poder
volver a veros.
Sí, queridos amigos, tomé parte en algunas
batallas; estuve ((**It6.368**)) en
Montebello, en Palestro, en Magenta, en Marignano
y sobre todo en Solferino. Por doquiera demostré
lo que vale un hombre de bien. Verdad es que no
sirvo para manejar el fusil ni la espada y, si
queréis que os lo diga, tengo miedo de los vivos y
de los muertos. Pero fui a la guerra, es decir:
deseoso de hacer el bien para mí y para los demás
me puse a vender refrescos entre el ejército; bien
entendido que después de obtener el
correspondiente permiso que, a base de dinero,
logré fácilmente. Este oficio, que parece servir
de poco, fue útil para muchos: para mí por lo que
gané, para mí y para mis hijos, que aunque
creciditos no están capacitados todavía para
ganarse el sustento; resultó útil también para
otros, porque muchas veces, gracias a mis
refrescos, apagué la sed de los sanos, de los
enfermos y de los moribundos. Recuerdo
precisamente que en Montebello había un general
francés que se moría de sed. Tan pronto como me
vio se puso a gritar: Galant homme, galant homme,
donnez moi a boire (caballero, caballero déme de
beber). Yo que también sé algo de francés, le
contesté al momento: Oui, monsieur; tome, beba a
su gusto, bien raisonnable; os lo doy de buena
gana, pero pour l'argent, por dinero. Bebió y,
aliviado con mis excelentes refrescos, acudió a
socorrer a los que ya huían, los animó y luchando
con ellos intrépidamente, los nuestros alcanzaron
en poco tiempo la victoria. De modo que la
victoria de Montebello se debe atribuir en buena
parte a la virtud de mis refrescos.
En Palestro estaba el suelo cubierto de muertos
y heridos; y puedo asegurar sin mentir que el
número de muertos hubiera sido mucho mayor de no
haber acudido yo en su socorro, dando de beber a
los sanos y aliviando a los heridos, que morían de
sed reclamando piedad y misericordia. Más de cien
heridos, repuestos con mis refrescos, pudieron
recobrarse y ser trasladados al hospital. Un zuavo
no podía respirar por falta de bebida; le di un
vasito y se repuso prodigiosamente; quedó tan
agradecido que me regaló doce cigarros de
excelente tabaco. Pero yo que no estoy ni estaré
jamás habituado al tabaco, pues aborrezco hasta el
humo, agarré los puros y se los regalé a otros
soldados, que suspiraban por fumar y no podían
hacerlo. Hace pocos días uno de ellos me golpeó
las espaldas diciéndome:
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