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Con motivo de estas controversias, aunque
corteses y respetuosas, en torno a los clérigos
del Oratorio, hubo quienes, ignorando el estado de
las cosas, no dejaban de murmurar, acusando a don
Bosco de querer tener la primacía en la diócesis y
buscar artificios de toda clase para no estar
sujeto a sus ((**It6.345**))
superiores. En efecto, alguna vez, aunque don
Bosco tuviera siempre un recto fin en todos sus
actos, pareció dar algún motivo a los criticones.
Su Pía Sociedad no estaba todavía aprobada, y la
Curia toleraba de mala gana ciertos actos, que,
sin embargo, eran necesarios para que no se
agostara su incipiente obra. Por otra parte,
después de los consejos del Papa y de su
Arzobispo, tampoco podía don Bosco dejar de
emplear los medios a propósito para alcanzar su
fin. Todo ello daba ocasión a algunos equívocos.
Alguna vez, yendo a la Curia para obtener un
permiso, se le negó; y él, sin mencionar su misión
ni sus proyectos, soltó un día estas palabras:
-íPero, señores, yo no pido nada para mí;
ténganlo presente! Sirvo a la diócesis y no recibo
ningún estipendio; trabajo únicamente por el bien
de las almas; no pido más que poder trabajar por
la gloria de Dios.
Cuando oía a uno que interpretaba torcidamente
sus intenciones, como si actuase por espíritu de
independencia, replicaba:
-Examínense mis obras y mis escritos y se verá
qué espíritu me anima. Mírese cuanto se quiera mi
vida pública y lo que voy haciendo y, si hay algo
que merezca reproche, estoy dispuesto a
corregirlo. Sólo pido que se me advierta, pero en
términos concretos y no vagos e indeterminados.
Por último tampoco faltaron los que encontraban
motivo de crítica y manifestaban extrañeza de una
sabia determinación de don Bosco. Era evidente
para él que los políticos, a despecho de la ley
Casati, serían más hostiles año tras año a la
libertad de enseñanza y que pondrían graves
estorbos para que los religiosos y los sacerdotes
en general no pudieran dedicarse más a la
enseñanza pública o privada, científica o
literaria.
-Eso ya no tiene remedio, iba diciendo don
Bosco; los tiempos ((**It6.346**)) son
malos y no cambiarán tan pronto. Dentro de unos
años tendremos que cerrar nuestras escuelas, o
disponer de profesores titulados para enseñar.
Por eso él ya había puesto a estudiar a algunos
de sus clérigos, para que pudieran presentarse a
los exámenes de los cursos de magisterio y
alcanzar el título oficial para las escuelas
elementales. A tal fin se entendió con un buen
profesor que acudía al Oratorio en
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