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La primera acusación contra don Bosco era que
concedía con demasiada facilidad la comunión a los
muchachos. Efectivamente la recomendaba siempre a
los que iban a sus Oratorios festivos y fue el
primero que introdujo la comunión diaria en un
instituto para muchachos. Esta costumbre era
censurada por algunos eclesiásticos de Turín y por
directores de Seminarios, ya que el jansenismo
tenía todavía muchas raíces en el clero.
Don Bosco pertenecía a la escuela de don José
Cafasso y, por ende, a la de san Alfonso; su
espíritu era el de la Iglesia Católica, como se
evidencia desde el Concilio de Trento hasta las
últimas declaraciones de Pío X. Pero no se
enfrascó en áridas disputas; su vida era más
práctica que teórica. Respondía con pocas palabras
a sus opositores. Cierto día se presentó uno de
éstos para hacerle una observación:
-Quién puede gozar de unas disposiciones como
para comulgar cada día, cuando el propio san Luis
no comulgaba más que una vez a la semana?
-Cuando se encuentre uno, contestóle don Bosco,
tan perfecto y fervoroso como san Luis, entonces
puede bastarle la comunión una sola vez a la
semana, pues este santo ((**It6.340**)) solía
emplear tres días para prepararse y se pasaba
otros tres en continua acción de gracias; por
consiguiente, a él le bastaba comulgar cada ocho
días para mantener encendido el fervor de su
corazón.
A otro que le recordaba las palabras de san
Francisco de Sales, que ni alaba ni vitupera la
comunión diaria, respondióle don Bosco:
-Y entonces, por qué la censura usted? No la
desapruebe tampoco usted.
Pero estos señores no observaban el gran
cuidado que don Bosco tenía de que las comuniones
se hicieran bien. Su principio era que sólo el
pecado mortal era el verdadero obstáculo para
comulgar; no permitía la comunión diaria al que
tuviera afecto al pecado venial. Y sugería un
límite a la frecuencia de la confesión,
recomendando a los sacerdotes, a los clérigos y a
los alumnos que ordinariamente se confesaran una
sola vez a la semana y tuvieran un confesor fijo.
Sin embargo, añadía, sobre todo a los jovencitos:
-Pero antes que confesar y comulgar
sacrílegamente, cambiad de confesor, si es
preciso, todas las veces que os confeséis.
Mas los importunos consejeros no cesaban en sus
intentos de hacerle cambiar de sistema. Nos
escribió el canónigo Anfossi: <(**Es6.261**))
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