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En una de ellas estaba impreso:
Recuerdo del mes mariano en la iglesia de la
Santísima Trinidad en Turín en el año 1858. Debajo
estaba escrito: -Madre del Amor hermoso, yo le
amo, tú lo sabes-;te lo suplico, haz que le ame
cada vez más.
En la segunda estampa se leía arriba: Recuerdo
del mes de María celebrado en la iglesia de las
Adoratrices, 1858. Y debajo: Virgen María, Madre
de Jesús, hacednos santos.
Colgaba del cartón una tercera estampa de María
Inmaculada con las manos juntas y llevaba esta
inscripción: Oh Virgen Inmaculada, Tú que sola
alcanzaste la victoria sobre todas las herejías,
acude ahora en nuestra ayuda; nosotros acudimos a
ti de corazón. Auxilium christianorum, ora pro
nobis. Y había añadido don Bosco a lápiz:
Terribilis ut castrorum acies ordinata. (Terrible
como un ejército ordenado para la batalla).
Tal vez estaba destinado este cartón a
sustituir al que Francisco Giacomelli había
sustraído ocultamente para guardarlo como recuerdo
de don Bosco. Pero el segundo, por igual motivo,
corrió la misma suerte del primero, y también por
manos del mismo Giacomelli, que lo restituyó al
Oratorio algunos años después de la muerte de don
Bosco. Don Francisco Giacomelli conocía muy bien
el amor que su santo amigo tenía a la Virgen.
Al mismo tiempo seguía don Bosco trabajando con
las Lecturas Católicas. Para el mes de junio,
estaba impreso un bonito cuento: José e Isidoro, o
el peligro de los malos compañeros, opúsculo del
padre Marcelo. Engañado y traicionado por Isidoro,
el jovencito José huye de casa de sus padres, pero
raptados los dos por un pirata, corren primero los
riesgos del mar y ((**It6.18**)) de los
combates, y después se ven obligados a trabajar en
una cueva con unos falsificadores de moneda. José,
vuelve a Dios, soporta con resignación los
sufrimientos de aquella terrible esclavitud y, a
través de una intrincada serie de peripecias
extraordinarias, logra volver a su pueblo natal.
Isidoro, obstinado en su mala vida y alejado de la
religión, acaba sus días con una muerte
desgraciada.
Mientras se procedía al envío de esta entrega
de las Lecturas Católicas, don Bosco, el 2 de
junio, escribía a don Carlos Vaschetti, teniente
cura en Beinasco: -No deje usted de pedir a Dios
que se digne bendecirnos en lo espiritual y en lo
temporal y haremos grandes cosas. Consígame un
millón de suscriptores de las Lecturas Católicas.
La difusión de estas Lecturas era siempre una
de sus grandes preocupaciones.(**Es6.26**))
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