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Así pues, el 9 de diciembre de 1859 se
reunieron.
Después de invocar con las oraciones de
costumbre las luces del Espíritu Santo y la
asistencia de María Santísima, recordó don Bosco
brevemente lo expuesto en las conferencias
anteriores y a continuación describió qué era una
congregación religiosa, su belleza, el honor
inmortal de quien se consagra enteramente a Dios,
la facilidad de salvar la propia alma, el
inestimable cúmulo de méritos ((**It6.334**)) que se
pueden alcanzar con la obediencia, la gloria
imperecedera y la doble corona, reservada al
religioso en el paraíso.
Después, visiblemente conmovido, anunció que
había llegado la hora de dar forma a la
Congregación, que desde mucho tiempo atrás
meditaba instituir y había sido el objeto
principal de todos sus afanes; Pío IX le había
animado y alabado; que ya existía con la
observancia de los reglamentos tradicionales, aun
cuando no habían sido declarados todavía
obligatorios en conciencia; y que a ella
pertenecían ya la mayoría de ellos, al menos en
espíritu, y algunos por promesa o voto temporal.
Añadió que en aquella Congregación sólo serían
inscritos los que, después de madura reflexión,
tuviesen intención de emitir a su tiempo los votos
de castidad, pobreza y obediencia.
Concluyó diciendo que había llegado el momento
para todos los que asistían a sus conferencias de
declarar si querían o no inscribirse en la Pía
Sociedad, que tomaría, o mejor conservaría, el
nombre de San Francisco de Sales. Rogaba a los que
no tuvieran intención de pertenecer a ella que ya
no acudieran a las conferencias que se tendrían en
adelante. El hecho de no presentarse sería, sin
más, la señal de su no adhesión. Daba a todos una
semana de tiempo para reflexionar y tratar con
Dios tan importante asunto.
Cuando don Bosco terminó, se rezó la oración de
acción de gracias y se disolvió la asamblea en
profundo silencio. Así que salieron de la
habitación, al llegar al patio, más de uno dijo en
voz baja:
-íDon Bosco nos quiere hacer frailes a todos!
El clérigo Juan Cagliero estaba indeciso en si
debía o no tomar parte en la nueva Congregación.
Paseó una larga hora bajo los pórticos, agitado
por varios pensamientos. Finalmente exclamó,
dirigiéndose a un amigo:
-Fraile o no, ((**It6.335**)) es lo
mismo. íEstoy decidido, como siempre lo estuve, a
no separarme nunca de don Bosco!
Escribió después un papelito a don Bosco, en el
que decía que se sometía totalmente al consejo y a
la decisión de su superior. Cuando don Bosco se
encontró con él, lo miró sonriendo y le dijo:
(**Es6.257**))
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