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((**Es6.251**) hacia el cual lo arrastraban los agitadores. Obedecía a un mandato que venía ab alto (de lo alto). Su misión era la de Jeremías a los príncipes de Judá; manifestó a don Miguel Rúa y a algún otro de sus más íntimos confidentes el contenido de la comunicación, que debía hacer al Rey, para disuadirlo de la nueva guerra que iba a emprenderse contra los Estados Pontificios. La carta, de la que parece no haberse guardado copia alguna, comenzaba con estas palabras: -Dicit Dominus: Regi nostro, vita brevis... (Dice el Señor: para nuestro Rey, vida breve...), y hacía alusión a las nuevas desgracias que sobrevendrían a la dinastía de Saboya, si se continuaba la guerra contra la Iglesia, rogando a Su Majestad que apartara la tempestad cada vez más amenazadora contra el Papa. Eran pocas frases lacónicas, imperiosas y tales, que dejaban honda impresión en el ánimo. Quedó turbado el Soberano con la lectura de aquel pliego, pero sus palabras no tuvieron efecto. Pasada la primera impresión, siguió preparándose la desgraciada empresa. Los acontecimientos empujaban, y el Monarca no tenía ya ánimos, ni medios, ni voluntad para oponerse a la revolución. El Rey enseñó la carta a los Ministros, Urbano Rattazzi entre ellos, y éstos comunicaron su contenido a algunos funcionarios de sus ministerios. La noticia corrió de unos a otros por todas las esferas gubernativas y salió a la ciudad. Decíase que don Bosco había amenazado de muerte a Víctor Manuel. Pero el Siervo de Dios, exponiendo a don Miguel Rúa y a otros, como antes hemos dicho, el tema de la carta, había añadido la expresión: Vita brevis, que puede explicarse de muchos modos sin atribuirle un sentido estrictamente material. El barón Bianco de Barbania, adicto como todos los nobles piamonteses a la Casa Real, dijo al que escribe estas páginas, en el año ((**It6.326**)) 1875: -Yo tuve en mis manos la carta de don Bosco al Rey. Leí con mis propios ojos las palabras Regi nostro, vita brevis, y desde aquel momento estuve siempre esperando los acontecimientos... A través de ellos, narrados después en la Historia, y siguiendo nuestras Memorias Biográficas, se podrán juzgar las enigmáticas palabras de don Bosco. Al mismo tiempo se tendrá una prueba más del afecto sincero que el Siervo de Dios profesaba a su rey Víctor Manuel y a la dinastía de Saboya. (**Es6.251**))
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