((**Es6.237**)
más. Acudieron entonces al representante del
ecónomo y éste, aunque los clérigos le dijeron que
era una concesión hecha por el mismo don Bosco,
respondió que se trataba de una novedad y que él
no sabía nada de tales disposiciones. Deliberaron
entonces acudir a don Bosco y subieron tres a su
habitación. Dos se quedaron fuera, de modo que
podían oír, y entró el otro para exponer las
quejas de todos. Pero echó a perder la cuestión,
porque, atolondradamente y dirigiendo en su
intención la palabra al cocinero y no a don Bosco,
concluyó la narración de aquel agravio diciendo:
-íPorque, después de todo, sepa, don Bosco, que
en nuestra casa todavía tenemos un plato de
polenta!
Los dos que estaban fuera al oír esta
fanfarronada , escaparon a toda prisa. Don Bosco,
herido en lo hondo de su corazón, quedó perplejo y
angustiado, miró a su interlocutor con los ojos
arrasados en lágrimas y no dijo una palabra.
Entonces aquel pobrecito pidió perdón y se alejó.
íCuántas veces una sola mirada suave y benigna de
don Bosco calmaba impaciencias y prontos,
precipitados o justificados, porque sabía tolerar
y olvidar! Por eso precisamente, los ánimos,
exasperados en algún momento, no disminuían el
afecto que le profesaban.
((**It6.305**))
Parecían escritas para ellos aquellas palabras del
Eclesiástico: <> 1.
No tardó don Bosco en mandar al cocinero que
cumpliera, sin economías ridículas, las
disposiciones dadas. Lo que siempre sostenía y
consolaba a sus clérigos era que conocían la
caridad de quien los había adoptado como hijos.
Era tan tierno su corazón que no sabía dar una
negativa cuando le pedían un favor. Sin embargo,
como temía los abusos y no los quería en absoluto,
evitaba que se recurriese a él, en lo tocante a
dispensas del reglamento, en las cosas
relacionadas con la vida material y los enviaba al
Prefecto. Entonces era fácil en conceder, pero
indirectamente. El sabía adelantarse a una
petición cuando la consideraba justa. Muchas
veces, cuando veía en el refectorio que alguno de
aquellos sus buenos hijos no aguantaba el plato de
la comunidad, decía por lo bajo una palabra al
Prefecto
1 Eclesiástico, XXII, 19, 21, 22.
(**Es6.237**))
<Anterior: 6. 236><Siguiente: 6. 238>