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sobre la cabeza de los que habrán de habitarlas.
Así mismo, ícuántos trabajos debe realizar un
muchacho para llegar a ser un buen carpintero! Si
uno que quiere aprender este oficio se pusiera
inmediatamente a hacer un armario, un escritorio o
cualquier otro mueble, perdería el tiempo y el
trabajo, echaría a perder madera y herramientas,
y, en vez de aprender de carpintero, aprendería el
oficio de destructor. Pues bien, lo que decimos de
quienes desean aprender un oficio, digámoslo
también de nosotros. Sí, también nosotros hemos de
aprender nuestro oficio, a saber, el de
cristianos. Jamás podremos salir airosos en esta
profesión, si no la aprendemos de antemano. Y como
para aprender esta nuestra profesión cada uno de
nosotros tiene que obedecer a Dios, al Papa y a
los sagrados ministros de la Iglesia y cada uno
según su estado, por eso quiero hablar de la
virtud de la obediencia.
>>Qué quiere dedir obediencia? La palabra
obediencia viene del latín ab audientia, algo
escuchado, oído de la boca ((**It6.13**)) de otro,
y por eso cuando oímos la orden de un superior y
la cumplimos, ejercitamos la obediencia. >>Y qué
es la virtud de la obediencia? Santo Tomás de
Aquino, el mayor de los teólogos, hombre
sapientísimo, que escribió muchas cosas y muy
hermosas, dice que la obediencia es una virtud que
dispone al hombre para cumplir todo mandato y la
voluntad del Superior: Obedientia est virus
hominem efficiens promptum ad exequendum
praeceptum aut voluntatem superioris.
>>Pero esta virtud se nos infunde con el santo
Bautismo? Esta no es una virtud teologal que tenga
sólo a Dios por objeto, sino que es una virtud
moral que nosotros, ayudados por la gracia de
Dios, podemos adquirir con el ejercicio de
nuestras fuerzas, es decir, con la repetición de
actos de
obediencia.
>>Cuántas clases de obediencia hay? Hay cinco
clases. La obediencia divina, la eclesiástica, la
política, la doméstica y la religiosa. La
obediencia divina mira a obedecer a Dios. Dado que
Dios es creador de cielo y tierra, rey de reyes,
señor de todos los hombres y de todas las cosas,
es muy justo que sea obedecido por nosotros antes
que todos los demás. Dios nos manda que le
honremos a El sólo como Dios, y nosotros debemos
obedecerle. Dios nos manda no nombrarle en vano,
no injuriarle, y nosotros debemos obedecerle. Y
así siguiendo, debemos obedecerle observando los
diez mandamientos, que es lo que Dios nos manda.
Pero no sólo debemos obedecer a Dios, sino que
debemos también observar la obediencia
eclesiástica, es decir, debemos obedecer también a
la Santa Madre Iglesia, porque Dios dijo a Pedro:
Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia. El mismo Jesucristo, que dio a Pedro la
facultad de atar y desatar, le dio también poder
de hacer leyes que pudieran contribuir a mayor
gloria de Dios y a la salvación de las almas. Por
esto es nuestro deber que, después de Dios,
obedezcamos al Papa, que es el verdadero sucesor
de San Pedro; debemos obedecer a la Iglesia y por
consiguiente guardar sus mandamientos; oír la
santa misa todos los días festivos, no comer carne
el viernes y el sabado,1 confesarse al menos una
vez al año y comulgar por Pascua de Resurrección,
y no quebrantar los preceptos.
((**It6.14**)) Con la
obediencia política obedecemos al Jefe de Estado,
pero sólo en lo temporal, nunca en lo que atañe a
la religión. Por ejemplo, debemos obedecer al
Soberano pagando los consumos o extendiendo un
documento con valor legal en papel timbrado, y lo
mismo en todo lo que se
refiere a las leyes del Estado. Pero, si el poder
temporal nos quisiera mandar en cosas de religión,
y éstas no fueran aprobadas
1 Don Bosco explicaba el precepto general de la
Iglesia sobre abstinencia; no las normas
especiales para España y otras naciones y grupos.
(N. del T.)(**Es6.23**))
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