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El domingo, fiesta de la Maternidad de María,
los muchachos del Oratorio hicieron comunión
general y ((**It6.279**))
acompañaron con música las funciones. Después de
vísperas don Bosco predicó durante casi tres
cuartos de hora.
Y quiso obsequiar aquella misma tarde a todo el
pueblo con otra representación teatral. Habían
pedido con insistencia la repetición del programa
de la tarde anterior e, invitados, acudieron
también muchos señores de Turín, dueños de las
quintas de los alrededores.
Pero los empresarios del baile, que habían
esperado un desquite, no se resignaron ante tal
fracaso y se presentaron a don Bosco exigiéndole
reparación del daño ocasionado por los gastos
habidos con los músicos, las bebidas preparadas,
la ornamentación y todo lo demás.
Don Bosco, que los había recibido en su
habitación con la mayor cortesía, les dijo:
-Habéis venido vosotros también a la función de
nuestro teatro?
-íSí, señor! Quién no hubiera hecho lo mismo?
íNos habíamos quedado solos!
-Y os habéis divertido?
-Estuvimos hasta acabarse la función.
-Pues bien, concluyó don Bosco. Qué daños
queréis que yo repare? La gente era libre de ir
adonde quisiera. Yo no he ido a vuestro baile y
nada os pido; vosotros os habéis divertido en mi
teatro y no me pagáis. Qué queréis, pues, y con
qué derecho pedís?
-Es verdad, tiene usted razón.
Y se marcharon.
La meta del paseo del día diez fue Alfiano,
donde esperaban a don Bosco el párroco, don José
Pellato, y su hermano coadjutor, grandes amigos
suyos y tíos de un clérigo del Oratorio llamado
Capra. Allí se repitieron las alegrías religiosas,
domésticas y populares, que se habían visto en
todos los pueblos donde ponía sus pies don Bosco.
((**It6.280**)) El
martes se dirigieron a Frinco, adonde don Bosco y
algunos muchachos ya habían ido varias veces en
años anteriores. El párroco, don Segundo Penna,
había preparado un agradable recibimiento. En su
iglesia, dedicada a la Natividad de María,
resonaron aquel día cánticos sagrados jamás oídos,
que conmovieron a los buenos y laboriosos
campesinos. Visitaron el vetusto castillo,
recuerdo de glorias y desdichas, testigo de
asedios y batallas.
El doce de octubre por la mañana salía don
Bosco con sus alumnos
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