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Bosco para darle las gracias, en ((**It6.274**)) nombre
de todos los compañeros, por cuanto había hecho en
su favor y por amor a Dios. Y don Bosco concluía:
-Le prometo que mañana en la santa misa tendré
un recuerdo especial para usted, para su parroquia
y su familia, y que mis queridos muchachos rezarán
el rosario uniéndose a mí para impetrarle todo
bien de Dios. Y a usted le pido que, al favor que
nos hizo hoy, añada una oración por mí y por mis
muchachos, asegurándole que jamás olvidaremos a
usted y la hermosa jornada que nos hizo pasar.
No es para dicha la emoción del huésped al oír
estas palabras. Después de agradecer a don Bosco
la visita, solía decir a los jóvenes:
-Que el Señor os conceda un feliz viaje y éxito
en vuestros estudios y aprendizajes. El ya pensó
en vuestro bien al daros un guía tan sabio como
vuestro don Bosco; pensad vosotros ahora en
corresponder.
Incluso hubo quien aplicó a don Bosco las
palabras del rey de Tiro a Salomón: <> 1.
Recordaba don Bosco los avisos del Espíritu
Santo en el capítulo veintidós del libro de los
Proverbios: <>. Por eso al
despedirse, nunca dejaba sin una propina generosa,
que a menudo no aceptaban, a las personas que
habían recibido el encargo de servirlo. A veces la
depositaba dentro de un sobre sobre la mesita de
noche de la habitación donde había dormido. Si su
húesped, de corazón generoso, andaba escaso de
bienes de fortuna, encontraba la manera de
recompensarlo con la más exquisita cortesía y
prudencia. Cierto día uno de sus sacerdotes había
ido, estando de viaje, con unos veinte muchachos a
casa de un buen párroco, que les dio de comer.
-Y tú, qué le has dado en recompensa?, preguntó
don ((**It6.275**)) Bosco
al sacerdote que le contaba el hospitalario
recibimiento.
-Yo? Qué había de darle?
-Ese buen párroco pasaba grandes estrecheces.
Tenías que haberle entregado un billete de cien
liras dentro de un sobre cerrado, rogándole que
celebrara una misa por ti y tus muchachos. Sírvate
esto de norma, pues en ciertos casos es necesario
obrar a mano abierta. Por lo demás ya sabré
remediar tu descuido.
Don Bosco era pobre de solemnidad pero generso
como un rey.
Entretanto los muchachos habían reemprendido la
marcha hacia
1 II Crónicas, II, 10.
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