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también a los muchachos abundante comida, pobre
unas veces, espléndida otras, según las
posibilidades de quien les alojaba, pero siempre
reinaba franca alegría en todos.
Dormían en cama en alguna ocasión, repartidos
entre muchas familias, o bien sobre colchones o
jergones, pero de ordinario en la paja o en bancos
colocados en plantas bajas o cobertizos abrigados.
En los casos en que era casi imposible
conciliar el sueño entraba en escena Tomatis con
su repertorio, imitaba a la perfección la voz de
cualquier animal y lograba que el lugar destinado
al reposo se convirtiera en una arca de Noé.
Una vez le pusieron con los demás en el pajar
de un castillo. Había un perrazo guardián a la
puerta. Aguardó Tomatis a que reinara el más
profundo silencio y empezó a imitar un débil y
triste ladrido. El perro contestaba y Tomatis,
después de repetir el juego a intervalos, acabó
por excitar con su voz al can a ladrar
furiosamente. El portero intentó acallar a su
perro dos o tres veces y como no cesaba, salió
gritanto:
-Qué diantre le pasa esta noche a mi perro?
Tomatis calló fingiendo dormir y calló también
el perro.
Al ver que habían cesado los ladridos, volvió a
acostarse el portero. Pero al cabo de un cuarto de
hora, empezó otra vez la misma música. Como el
portero no podía dormir después de una hora, salió
furioso gritando:
-íNo ((**It6.272**)) hay
manera de pegar el ojo! íTuso, calla!
Pero era inútil; Tomatis seguía azuzando al
perro por lo bajo. Comenzó entonces el portero a
lanzar piedras al inquieto mastín. La comedia duró
hasta la medianoche y los muchachos a duras penas
contenían la risa para que no se descubriera la
farsa.
Otra vez dormía Gastini con un compañero en una
habitación y Tomatis con otros muchachos
descansaba en una sala grande contigua; fingían
dormir, pero estaban al acecho para hacerle una
broma planeada con tiempo. A cierta hora, como
solía hacer, se levantó Gastini, salió de la
habitación y bajó a la era para respirar el aire
fresco de la noche. Saltó Tomatis de la cama,
corrió a despertar al compañero, se llevaron las
dos camas y la mesita de noche y dejaron tan sólo
las sillas en medio del cuarto.
Todo estaba a oscuras. Entró Gastini, tropezó
con las sillas y empezó a rezongar, se acercó
adonde estaba la cama y no la halló, creyó haberse
equivocado de habitación, dio vueltas en derredor,
buscó al compañero y no lo encontró. Encendió una
cerilla y no reconoció el lugar. Hablaba a solas
consigo mismo expresando sus
(**Es6.212**))
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