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invencible volver a él; no podía ni siquiera
pensar en ello. Pero, a menudo, sentía su corazón
oprimido con el recuerdo de su madre y de su
hermana. También había rezado y llorado, mas nunca
se había atrevido a manifestar a nadie su
situación y sus penas.
-Pero ahora, decía, pasado el primer susto, me
siento feliz al encontrarme en tan buenas manos.
Entonces don Bosco le prometió que le
reconciliaría con su padre y le invitó a
reconciliarse antes con Dios, lo que hizo
Francisco muy gustoso. Se entrevistó con el
reverendo Begliati, ecónomo de la Residencia
Sacerdotal de San Francisco y de los ejercitantes
en San Ignacio, le contó el suceso y se le asignó
una celda al muchacho. Al día siguiente hizo el
reverendo Begliati que enviaran de Turín lo
necesario para vestirlo conforme a su condición.
Terminados los ejercicios, don Bosco volvió al
Oratorio con Francisco y se apresuró a dar la
inesperada noticia a sus desolados padres. Después
de preparar sus ánimos, concluyó con estas
palabras:
-Demos gracias a Dios, íFrancisco ha sido
hallado!
Estalló un grito unánime de júbilo en la casa,
seguido de un ansioso preguntar:
-Dónde, cuándo, cómo?
Narró don Bosco brevemente lo ocurrido y
después, viendo al padre pensativo, añadió:
-Recobraréis, pues, a vuestro hijo; pero a
condición de no hacerle ningún reproche. Olvídese
completamente el pasado y recíbasele en casa como
si nunca se hubiese marchado. De lo contrario,
añadió sonriendo, no os lo dejo ver.
El padre asintió y don Bosco invitó a toda la
familia a ir al Oratorio el día siguiente por la
mañana. No es para dicho con qué ansiedad
esperaron aquel momento. Entró primero la madre
junto con la hermana ((**It6.258**)) de
Francisco en la habitación de don Bosco, pero
apenas vio al hijo llorando sentado al lado del
siervo de Dios, sintió faltarle las fuerzas,
sentóse con la hija y ambas rompieron a llorar.
Poco después entraba el padre; con porte serio y
enjugándose las lágrimas sentóse también sin
hablar. Francisco no se había movido. Don Bosco no
interrumpió aquel primer desahogo y, cuando los
vio mas sosegados, dijo:
-Bendita sea la Virgen que os devuelve al
hijo... Francisco pide perdón a su padre y a su
madre por los disgustos que les ha causado...
Y dicho esto, lo tomó de la mano y lo llevó
junto a su padre que, sollozando, le dio un beso
en la frente.
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