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2. Cuando adviertas que eres tentado, ponte
enseguida a hacer algo. La ociosidad y la modestia
no pueden vivir juntas. Por eso, evitando el ocio,
vencerás también las tentaciones contra esta
virtud.
3. Besa a menudo la medalla o el crucifijo,
santíguate con viva fe, diciendo: Jesús, José y
María, ayudadme a salvar el alma mía. Estos son
los tres nombres más terribles y formidables para
el demonio.
4. Y, si el peligro persiste, acude a María con
la oración que nos propone la Santa Iglesia, a
saber: Santa María, Madre de Dios, ruega por
nosotros pecadores.
5. Además de no alimentar con manjares
delicados el cuerpo, además de la guarda de los
sentidos, especialmente de los ojos, guárdate
también de toda clase de malas lecturas. Más aún,
si algunas cosas indiferentes fueran para ti
ocasión de peligro, déjalas enseguida; lee con
gusto libros buenos y con preferencia los que
hablan de las glorias de María y del Santísimo
Sacramento.
6. Apártate de los malos compañeros, elige por
el contrario compañeros buenos, es decir, aquéllos
que, por su buena conducta, merecen las alabanzas
de tus superiores. Habla con ellos, ((**It6.9**)) toma
parte en sus juegos, pero procura imitarlos en su
manera de hablar, en el cumplimiento de los
deberes y sobre todo en las práticas de piedad.
7 . Confiésate y comulga con la frecuencia que
te lo consienta el confesor; y, si lo permiten tus
ocupaciones, visita a menudo a Jesús Sacramentado.
Don Bosco daba continuamente estos consejos en
público y en privado, de viva voz y por escrito, y
añadía:
-Tal vez diga alguno que estas prácticas
piadosas son demasiado vulgares. Pero yo advierto
que así como el brillo de la virtud de que
hablamos puede empañarse y perderse al más ligero
soplo de tentación, así también debe estimarse en
mucho cualquier cosa por pequeña que sea, que
contribuya a conservarla. Por eso yo aconsejaría
una cuidadosa vigilancia para proponer cosas
fáciles, que no asusten, ni cansen a los fieles
cristianos, sobre todo si son jóvenes. Los ayunos,
las oraciones prolongadas y otras rígidas
austeridades suelen dejarse o se hacen de mala
gana y con negligencia. Atengámonos a lo fácil,
pero hagámoslo con perseverancia.
Esta fue la senda que llevó a nuestro Miguel
hasta un maravilloso grado de perfección. Y
hacíase patente en su gran caridad con el prójimo.
Estaba siempre dispuesto a escribir las cartas de
los que lo necesitaban, a prestar a sus compañeros
cualquier servicio: barrer,(**Es6.20**))
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