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soldados, cuyo mando supremo asumió el mismo
emperador Francisco José.
El ocho de junio derrotaban los franceses a la
retaguardia austríaca en Melegnano a orillas del
Adda, y morían dos mil doscientos hombres entre
los dos bandos. Garibaldi ocupaba Bérgamo y
desalojaba de Seriate a un batallón enemigo. Aquel
mismo día entraban triunfalmente en Milán Víctor
Manuel y Napoleón.
A petición del Consejo de Ministros se cantó en
todas las iglesias del Piamonte el himno de acción
de gracias, y el príncipe lugarteniente, Eugenio
de Saboya ((**It6.238**))
Carignano, asistió con los miembros y oficiales
del Gobierno a la Catedral Metropolitana.
Entre tanto los heridos que pudieron resistir
el viaje fueron hospitalizados en diversas
ciudades. Los hospitales de Turín estaban
abarrotados y en ninguno faltaron los socorros de
la ciencia y de la religión y el celo de las Hijas
de la Caridad.
Los heridos y prisioneros austríacos fueron
llevados a la Residencia Sacerdotal. Cuando don
Bosco iba a ver a don José Cafasso, a quien el
Gobierno había dejado algunas dependencias, se
entretenía con ellos dirigiéndoles palabras de
compasión y de consuelo religioso. Se los
encontraba por el patio con la cabeza vendada, con
el brazo en cabestrillo o con una pierna de
madera, reunidos en grupos a la sombra del
edificio. Eran húngaros, polacos, tiroleses y casi
todos sabían suficiente latín para poder mantener
un poquillo de conversación.
Con los soldados franceses, en cambio, mantuvo
don Bosco mayores relaciones, y el Oratorio se
convirtió en lugar de cita para los residentes en
Turín, especialmente para los inválidos. Un alumno
de los mayores, que hablaba discretamente francés,
comenzó a estrechar relación con algunos de ellos,
les habló de don Bosco y los llevó a verle. Don
Bosco recibió a aquellos militares con gran
amabilidad, se entretuvo con ellos en agradable
conversación, los invitó a ir al Oratorio con
plena libertad y hasta les encargó que llevaran a
todos los compañeros que desearan ir.
-Podéis venir, les dijo, para escribir a
vuestros padres; aquí encontraréis papel, pluma,
tinta y sellos; podéis venir para leer libros en
francés que abundan en nuestra biblioteca y, si
alguno deseara aprender italiano o aritmética, yo
le pondré un maestro. Y como estamos todavía en
tiempo pascual, añadió don Bosco, y pudiera ser
((**It6.239**)) que no
todos hayáis tenido todavía oportunidad para
cumplir el precepto de la Iglesia, os advierto que
en nuestra capilla encontraréis confesores que
conocen vuestra lengua, y se prestarán gustosos
para bien de vuestras almas.
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