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Por este medio aseguró don Bosco, por algún
tiempo, el pan de cada día de sus muchachos, a la
par que presentaba ante su imaginación un porvenir
risueño y estupendo, preparado por la divina
Providencia. Nos contó el clérigo Anfossi:
<>-Allí (y señalaba el lugar donde hoy se alza
la iglesia) íse construirá un gran templo!
>>Y levantando los ojos, como si ya existiera
la cúpula y la estuviera viendo, siguió diciendo:
>>-Esta iglesia tendrá una gran cúpula y se
celebrarán en ella extraordinarias solemnidades.
>>En aquellos momentos tales palabras producían
en nuestro ánimo una enorme impresión de
maravilla, máxime porque sabíamos perfectamente
cuán corto andaba de dinero ((**It6.234**)) nuestro
don Bosco por entonces, que carecía hasta de lo
necesario para pagar el pan. A pesar de todo, y
casi bromeando, comenzó más tarde a invitar al
clérigo Ghivarello, a quien faltaba todavía mucho
para llegar a arquitecto, a trazar el plano de la
futura iglesia, cuyas dimensiones amplió él
después, invitando al mismo clérigo a hacer un
segundo plano, que fue presentado más tarde al
ingeniero Spezia>>.
Por aquellos mismos días obtuvo don Bosco con
la bendición sacerdotal una victoria singular que
hizo reír mucho a los alumnos, los cuales decían:
-íLástima que don Bosco no sea general! íHa
encontrado un medio fácil para arrojar al enemigo
del territorio por él ocupado!
José Reano envió una relación escrita del hecho
a don Juan Bonetti:
<>-Mi huerto está plagado de orugas que me
destrozan plantas y verduras.
>>-íY qué quiere usted que le haga, buena
mujer!, dijo don Bosco.
>>-Quiero que eche fuera a todos esos
animalejos que tengo en el huerto; me lo destruyen
todo, me van a dejar en la miseria; déles la
bendición y haga que se mueran.
>>Y don Bosco respondió sonriendo:
>>-Y por qué hacer morir a estos pobres
animalitos? Les daré la bendición y les mandaré a
otra parte, donde no puedan hacer daño a nadie.
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