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((**Es6.180**) ((**It6.228**)) Ruegue por mí y por mis pobres muchachos y cuénteme siempre en el número de los que se profesan. De V.S. Muy Rda. Turín, 22 de abril de 1859. Afmo. seguro servidor y amigo JUAN BOSCO, Pbro. Alude don Bosco en esta carta a la visita que la autoridad gubernativa había mandado hacer al Oratorio de Valdocco. En efecto, a primeros del mes de abril se presentaron dos peritos para realizar una inspección con objeto de averiguar si el edificio se prestaba para alojar soldados, para convertirlo en hospital de heridos, o bien para hospedaje militar de oficiales. Don Bosco recibió cortésmente a aquellos señores y los acompañó a ver toda la casa: Después les dijo: -Ahora les rogaría tuviesen a bien presentar a quien los ha enviado los ientos de don Bosco y la súplica que les hace sobre este particular. En los peligros y necesidades de la patria todo ciudadano tiene que ofrecer la ayuda que le permiten sus fuerzas, y por ello don Bosco se halla dispuesto a hacer cuanto pueda: lo hizo cuando el cólera hace seis años, sabrá repetirlo ahora en tiempo de guerra. Pero también he de advertir que esta casa alberga casi a trescientos muchachos de los más pobres y abandonados y, en consecuencia, ruego al Gobierno que por favor me ahorre el gran disgusto de tener que dejarlos en la calle. Creo que no faltan en Turín edificios públicos que pueden servir para cuartel o para hospital mucho mejor que éste que, como ustedes ven, carece de muchas comodidades, y tiene escaleras y corredores demasiado estrechos. Al construir la casa, don Bosco había previsto esta eventualidad. No sabemos qué informes dieron los dos peritos al Gobierno, ((**It6.229**)) pero el hecho es que el Oratorio no fue molestado, y sus alumnos siguieron tranquilos en él. Por lo demás, don Bosco prestó en aquella ocasión un servicio mucho más útil que otros. La imprevista llamada a las armas de algunas quintas licenciadas por tiempo indefinido, lo mismo que la de los que con ocasión de la guerra de Crimea habían pasado de segunda categoría a la primera, consternó a los pueblos. La mayor parte de ellos ya se habían casado. Tuvieron que partir en plena primavera, precisamente cuando llegaba la época de las labores del campo. Por consiguiente muchas familias quedaron privadas de los robustos brazos que les proporcionaban el sustento, y muchas madres, cargadas de hijos, se encontraron en la miseria. Tanto fue así que en las (**Es6.180**))
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