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de las noches anteriores, que las había pasado
desvelado por el dolor, se durmió en seguida y no
se despertó hasta que sonó la campana para
levantarse. Estaba totalmente curado. A partir de
entonces no tuvo más dolor de muelas.
Jacinto Mazzucco llevaba casi un mes
atormentado por un dolor de ojos que le obligaba a
salirse de clase. El miércoles santo, veinte de
abril, dijo a don Bosco:
-Tengo que encomendarme yo también a Savio? Ha
curado a otros que ni siquiera le conocieron, no
querrá obtenerme la gracia de la curación a mí,
que fui compañero suyo? íTanto más, cuanto que
tengo que trabajar para preparar en la iglesia el
Monumento!
Don Bosco le contestó:
-Bien, rézale un padrenuestro y una avemaría y
mañana, plenamente confiado en él, ejecuta los
trabajos que tienes que hacer; pero cuida de
ofrecerlos para honor de Dios.
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Mazzucco rezó aquella noche la breve oración, y a
la mañana siguiente se encontró tan mejorado que
pudo cumplir su trabajo y preparar el Monumento
sin la menor dificultad. El sábado santo estaba
curado del todo.
Estas gracias aliviaban a don Bosco de los
disgustos que a veces le causaba la poca
correspondencia de algún alumno a sus desvelos, y
al mismo tiempo le tranquilizaban en medio de las
molestias y angustias que podía ocasionarle la
guerra ya inminente.
A estos sinsabores y disgustos alude en una
carta dirigida a don Juan
Bautista Torchio, arcipreste de San Martín Alfieri
en Asti.
Reverendísimo y apreciadísimo en el Señor:
Estamos en Pascua y, para celebrarla bien, debo
arreglar las cosas con V.S. a quien debo algunas
respuestas, especialmente con relación al muchacho
B...
Para norma y satisfacción recíproca le diré que
no he hecho lo que usted deseaba, porque la
conducta de este muchacho, al que siempre tuve
especial afecto, fue siempre dudosa. En el
estudio, en la clase, en la piedad fue tan
mediocre que no me ofreció garantías para
recomendarlo a personas beneméritas, como V.S., su
padre, que es una óptima persona, y yo mismo
deseábamos. Por esta razón no he podido satisfacer
sus esperanzas.
Tocante a Saglietti debo decirle que, por
ahora, no puedo recibirlo. Por qué? Porque el
Gobierno ha mandado hacer una inspección para
saber cuántos soldados podrían dormir en el
Oratorio en caso de necesidad, lo cual indica que
de un momento a otro puedo encontrarme en trance
de tener que hacer las maletas. Las noticias
políticas de hoy son graves y muy alarmantes.
Si viene a Turín, pase a verme. Le aseguro que
siempre haré cuanto pueda en su favor.
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