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Bosco, sonriente, como si nada hubiese pasado, dio
principio a la lección de catecismo.>>
Al mismo tiempo, en medio de aquellos
trastornos, seguía trabajando en la publicación de
las Lecturas Católicas.
El número del mes de abril era una Colección de
sucesos edificantes. -Huberto, o el escultor de
los Alpes. -Historia de un mendigo: gran perdón.
-No es necesario ser rico para dar limosna.
-Infancia de Alberto. -La confesión. -Eficacia de
una avemaría. -El general Gerard, devoto de María,
no entró nunca en combate sin invocar a Nuestra
Señora. -Tres de estos hechos pertenecen a la
historia de Francia.
((**It6.224**)) Unidas
a este número iban las cartas de recomendación de
dos obispos para la difusión de las Lecturas
Católicas, a las que añadimos nosotros una
tercera.
Monseñor Charvaz, arzobispo de Génova y
martillo de los valdenses, había escrito el 19 de
febrero de 1859 en su carta pastoral para la
cuaresma:
Advertimos a los señores párrocos que es
nuestro vivo deseo tengan a bien procurar la
difusión de las Lecturas Católicas que, con la
aprobación del Sumo Pontífice, se publican
mensualmente en Turín. El fin de estas Lecturas es
contribuir a mantener la integridad de la fe y la
santidad de las costumbres en el pueblo contra los
esfuerzos de los impíos, que con hojas sueltas y
librejos se esfuerzan por pervertirlo y
corromperlo por todos los medios.
El obispo de Mondoví, en la misma ocasión y con
el mismo fin, escribía:
Aprovechamos esta ocasión para recomendar
especialmente al clero que promueva la suscripción
a las Lecturas Católicas.
También el obispo de Cúneo, monseñor Clemente
Manzini, al anunciar a sus diocesanos el indulto
cuaresmal el 15 de febrero de 1859, expresaba su
deseo en estos términos:
Recomendamos encarecidamente a nuestro clero y
especialmente a los señores párrocos una obra
emprendida y promovida con espíritu verdaderamente
católico, y que no puede dejar de ser de gran
ventaja para las almas. Esta obra es la de las
Lecturas Católicas, que quisiéramos ver más
difundidas entre el pueblo porque estamos
convencidos de los preciosos frutos que de ellas
sacarían, ya que, a la par que se apartaría a los
fieles de esos librejos y diarios envenenados con
los que se intenta corromper su fe con las más
diabólicas mañas, se les proporcionaría por otro
((**It6.225**)) lado un
buen alimento, apto para consolidar y mejorar sus
costumbres. Queda esto garantizado con la
aprobación alcanzada del Santo Padre, el cual, con
cartas del
(**Es6.177**))
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