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para la guerra, incluso los edificios destinados
para alojamiento militar y atención de heridos. La
Residencia Sacerdotal de San Francisco de Asís
estaba destinada a hospital militar y don José
Cafasso decía a sus alumnos al despedirlos:
-No os entusiasméis con la política. La
política del sacerdote es la del Evangelio y de la
caridad. Encontraréis mucha agitación en los
pueblos, porque en todas partes se habla de
política y de guerra. Sed prudentes. Si por acaso,
en conversación o yendo de viaje, alguien os
preguntare: -Señor cura, qué dice usted de todo
esto?, responded: -Yo no digo nada, yo rezo. -Y
por quién reza, por nuestros soldados o por los
austríacos? -Rezo para que todo vaya bien. Así se
esquiva toda contestación. Las mismas advertencias
prácticas daba don Bosco, como lo hizo siempre, a
sus clérigos, para que no se metiesen en
cuestiones políticas.
Pero la política amenazaba mientras tanto con
dejar vacías las catequesis cuaresmales.
Contaba Pedro Enría: <((**It6.223**)) que
ellos llamaban simulacros de batallas, pero que
enardecían los ánimos y acababan siempre en
verdaderas tempestades de piedras. Estos juegos
peligrosos se repetían casi todos los días
festivos, y yo fui espectador de los mismos más de
una vez.
>>Un domingo entró don Bosco en la iglesia para
dar el catecismo y, con gran sorpresa suya, no
encontró más que a los alumnos internos.
>>-Dónde están los demás? -preguntó.
>>Pero nadie supo decírselo. Salió entonces al
camino de La Jardinera y
vio una multitud de muchachos que, en el campo,
donde más tarde se construyó la iglesia de María
Auxiliadora, combatían encarnizadamente. Había más
de trescientos, todos entre los quince y los
dieciocho años, y se lanzaban gruesas piedras.
Entonces don Bosco se metió en medio de la
refriega. Yo estaba mirando desde lejos y temía
ver a don Bosco herido por las muchas piedras que
caían a su alrededor, mas no fue así. No le tocó
ni una y tuve que convencerme de que la Santísima
Virgen le cubría con su manto como con un escudo.
Avanzó unos cincuenta pasos y, cuando todos lo
vieron, se pararon a su invitación, se acercaron a
él y con buenos modos los persuadió para entrar en
la iglesia. Ninguno intentó escapar y don
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