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algunos se parecen a aquellos judíos que, después
de tapar los ojos a Jesús, íse arrodillaban ante
El por burla! Queridos míos, al entrar en la
iglesia poned vuestros ojos en el Sagrario donde
está Jesucristo. Aunque no lo veis íallí está El!
Avivad vuestra fe; pensad que allí habita Aquel,
ante el cual tiemblan las legiones de los ángeles
y todas las muchedumbres de los santos están con
la frente pegada al suelo.
Vuelvo a preguntar: qué hace nuestro Señor
Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar?
Ruega continuamente al eterno Padre por nosotros:
detiene los castigos, los rayos que nos lanzaría
por nuestros pecados. Si ya no se ven ni se
padecen en el mundo los terribles castigos que
caían sobre el pueblo hebreo en tiempos de la
antigua ley, no es porque nuestros pecados no sean
tan grandes o porque sea menor su número. También
vosotros sabéis cuántos hombres impíos viven entre
nosotros quién detiene el brazo de la justicia
eterna cada día, a cada momento, sin descanso? Es
Jesús desde nuestros altares quien, especialmente
en la santa misa, se ofrece como víctima por
nosotros. A la vista de sus llagas el ángel
exterminador envaina la espada...
SEGUNDA CONFERENCIA
Oísteis en la última conferencia lo que hace
Jesús por nosotros en el Santísimo Sacramento:
queda ahora por examinar lo que debemos hacer
nosotros por El. El, que está en nuestros altares
en continua humillación, se inmola, ruega por
nosotros; y nosotros debemos: 1, demostrar
agradecimiento por su humillación, con nuestra
verdadera fe; 2, agradecimiento por sus
padecimientos, con nuestro encendido amor; 3,
agradecimiento por las oraciones que ofrece
continuamente por nosotros, con actos de perfecta
contrición.
1. El, que es un Dios tan grande, está
escondido, aniquilándose bajo las especies de un
poquito de pan y un poquito de vino. Esta
humillación debería estimular a los hombres a
creerlo más firmemente Dios de amor, que sólo por
amor, y amor a quien tan poco lo ama, tanto se
humilla. Y sin embargo, ícuántos herejes hay que
precisamente por no ver ninguna apariencia divina,
se atreven a negar la presencia real de Jesús en
el Sacramento!...
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Quisieran ver con sus propios ojos el divino
rostro de Jesucristo, quisieran oír las angélicas
armonías de todos los espíritus bienaventurados
que le hacen corona de continuo. Pero sepan estos
herejes que quien no cree en la palabra de
Jesucristo, no verá nunca su rostro, y será
condenado. Desagradecidos, ingratos, de dura
cerviz, de la misma raza que aquellos pérfidos
hebreos que, no pudiendo negar los milagros que
Jesús realizaba ante sus ojos, decían que los
obraba con el poder del demonio. Así os pagan los
hombres, oh divino Salvador, vuestra humillación?
Jesús mío, es verdad que hay algunos tan ingratos
que no os reconocen, pero en medio de tanta
ingratitud hay muchísimas almas, están todos estos
jovencitos que creen, con toda la fuerza de su
corazón, que estás vivo y realmente presente en el
Santísimo Sacramento. Sí, creen que tú eres hijo
del Eterno Padre, del Dios vivo, dueño absoluto de
toda la creación; te creen verdadero hijo de
María, de quien naciste para librarnos de las
garras del infernal enemigo...
2. íOh tiempos felices los de la Iglesia
primitiva, en la que los fervientes campeones de
Cristo tanto se distinguían por su caridad, qué de
menos os echamos en nuestros días! Por la historia
puede saberse cuán grande era el amor de los
primeros cristianos a Jesucristo en el Santísimo
Sacramento. Ni por un instante olvidaban el
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