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don Bosco a la Compañía del Santísimo Sacramento
el año 1859. En éstas, como siempre, don Bosco
tiene por mira en primer lugar la instrucción
religiosa de los muchachos, para que, apoyándose
en ella, se mantenga más firme su fe. También
nuestros lectores se alegrarán de que aseguremos
la perpetuidad de estas ideas de don Bosco; por
eso las insertamos aquí.
CONFERENCIA PRIMERA
El profeta Isaías había anunciado que con la
venida del Señor se agitarían los montes y se
encenderían en amor los corazones más duros, y así
fue. Pero, si hoy dirigiese su mirada a la tierra
desde el reino de los bienaventurados, íqué frío
encontraría el sagrado entusiasmo, que él tal vez
esperaba sería duradero, intenso y siempre
creciente hasta el fin de los siglos!
Los Patriarcas y todo el pueblo hebreo deseaban
ver los días de Jesucristo, anhelaban tenerle
entre ellos, ((**It6.186**)) ser
bendecidos por él. Y nosotros, que lo poseemos,
que lo tenemos continuamente en nuestras iglesias,
que podemos adorarlo presente, recibirlo en
nuestro corazón, hablar con El, pedirle todo,
porque El es dueño de todo, cómo lo tratamos? Para
sacudir nuestra ingratitud, nuestra indiferencia,
hagámonos estas dos preguntas:
1.-Qué hace por nosotros Jesús en el Sacramento
de la Eucaristía?
2.-Qué debemos hacer nosotros en consecuencia
por El?
Qué hace por nosotros Jesús, oculto en el
Santísimo Sacramento? Permanece en un continuo
acto de profunda humildad, para darnos ejemplo de
esta virtud tan necesaria. Verdad es que toda su
vida mortal fue una humillación constante; pero,
si lo miro nacido en un portal, recostado entre
pajas, oigo a la par el canto de los ángeles, veo
una brillante estrella que lo anuncia a los
grandes de la tierra, a los Reyes Magos, que al
instante emprenden un largo viaje para ir a
adorarlo; si lo contemplo entre la muchedumbre,
despreciado, escarnecido por Escribas y Fariseos,
veo también que, por donde quiera que pasa, lo
acompañan los más estrepitosos milagros; si lo
observo colgado de la cruz, veo que, ante su
dolor, se contrista y desquicia el firmamento,
niega el sol su luz; tiembla y vacila la tierra
bajo el pie de la cruz; salen los muertos de sus
tumbas; la naturaleza trastornada anuncia al
universo la muerte de Dios hecho hombre. En
cambio, en el Santísimo Sacramento del altar no
veo nada que de algún modo me indique que allí
está oculto un Dios todopoderoso y tan terrible en
sus justos juicios como infinitamente bueno en sus
misericordias. Y esto por qué? íPor amor a los
hombres! Para poder quedarse con nosotros, casi
como un igual, para enseñarnos a ser humildes...
Si El dejase brillar un solo rayo de su majestad,
quién podría aguantar ante El?...
Y además, si así fuese, qué mérito tendría el
cristiano? El mérito está en la fe; mas si este
Dios se manifestara visiblemente en nuestros
altares, quedaría reducido a la nada todo nuestro
mérito de creyentes. Quiere El darnos una ocasión
fácil y afectuosa para adquirir este mérito
prestando fe a sus palabras, que son palabras de
un amigo divino. Pero, qué suerte de fe encuentra
en nosotros?
Ante un Dios tan bueno qué juicio tendremos que
hacer de nuestra indiferencia para con su caridad?
Se entra en la iglesia distraídamente, no se
considera al Sagrario digno de una genuflexión,
((**It6.187**)) o se le
hace una inclinación sólo a medias;
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