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((**Es6.146**) -Hay Providencia, replicó el buen hombre: y además, antes de morir, quiero enviar por delante algún mérito a la eternidad. Si caigo enfermo, están los hospitales. Y sin añadir más se marchó. La bolsa contenía exactamente trescientas liras. Cierto día llegó al Oratorio para hablar con don Bosco una anciana de setenta y cinco años. Creía él que iba a rogar que se le escribiera alguna instancia para presentarla a una autoridad o a un rico señor. -No, contestó, necesito hablar con don Bosco. Don Bosco la llevó aparte, la invitó a sentarse, y ella comenzó a decir: -Soy una pobre anciana; siempre he tenido que trabajar para poder vivir. Tenía un hijo y se me ha muerto; ya no me queda más que morir yo también. No tengo herederos forzosos; mi hijo antes de morir me dijo que diera de limosna todo lo que me sobrara. Helo aquí: tengo cien liras, son el ahorro de cincuenta años de trabajo continuo y se los entrego a su señoría. Tengo todavía quince liras y las guardo para pagar el ataúd cuando me muera. Tengo además otra pequeña cantidad para pagar al médico. Esta tarde voy a acostarme y será cosa de pocos días. ((**It6.183**)) -Tomo estas cien liras, respondió don Bosco, y se las agradezco; pero le aseguro que no las tocaré hasta después de su muerte; por tanto, si pasa cualquier cosa, venga cuando quiera que son suyas. -No; es mejor así: yo doy mi limosna y tengo mi mérito; emplee usted ese dinero. Si yo me encontrare necesitada, vendré a pedirle limosna y usted, al dármela, tendrá también su mérito. Pero, vendrá usted después a verme cuando esté enferma? -íNo faltaba más!, contestó don Bosco. Al día siguiente don Bosco, impresionado por la ingenua caridad de aquella pobrecita, pensaba ir a visitarla, pero ya no recordaba la calle ni el número de la casa. Pasaron dos días y otra mujer vino a llamarlo. Don Bosco acudió en seguida. Tan pronto como entró en la estancia reconoció a la anciana, la cual sonriendo le hizo señas de que no necesitaba nada. -Sí, exclamó don Bosco, usted necesita algo; de no ser así no me habría llamado. -Sí; necesito recibir los Santos Sacramentos. Los recibió todos con viva fe y murió en la paz del Señor. íOh, amable caridad! Don Bosco pudo repetir todos los días de su vida: (**Es6.146**))
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