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((**Es6.144**) El señor Magra mandó el pan, pero fue en persona a cobrar sus haberes o al menos algo a cuenta. En casa no había ni un céntimo. Era un día de fiesta, por la mañana; estaba don Bosco en la sacristía confesando a un gran número de chicos, cuando llegó el acreedor diciendo al sacristán que a toda costa quería hablar con don Bosco. El sacristán intentó impedir ((**It6.180**)) aquel atrevimiento, pero el panadero abrióse paso entre los muchachos, plantóse frente a don Bosco y empezó a insistir afirmando que imperiosamente necesitaba el dinero que se le debía. Miróle don Bosco con calma y le dijo: -Espere unos momentos, mientras acabo de confesar. Pero el otro replicó: -De ningún modo; no puedo aguardar, necesito que me pague en seguida. Por toda respuesta don Bosco siguió confesando y el panadero, viendo que no se daba por entendido de sus protestas, se apartó mirando a don Bosco casi con estupor. Salió despúes a pasearse por los pórticos, aguardando a que él saliera. Así que acabó don Bosco de confesar, suplicó al Señor que le ayudara en tan angustioso trance. En aquel preciso momento entraba en la sacristía un señor desconocido que le entregaba una carta cerrada y, después de saludarlo cortésmente, se marchaba sin más. Don Bosco metió la carta en el breviario, celebró la santa misa y se dirigió al refectorio acompañado de don Angel Savio y otras personas externas. Recordóle entonces el padre Savio la deuda urgente y don Bosco, sin desconcertarse, empezó a decirle que era preciso aguardar otro momento, pues entonces no tenía nada. Pero, en aquel instante, le entregaban el correo recién llegado y se acordó de la carta que había recibido en la sacristía: la abrió y encontró una cantidad considerable, que entregó inmediatamente a don Angel Savio para contentar al panadero, a quien poco después decía: -Ve usted? La Providencia es grande y vino en nuestro socorro. Ahora le manda una cantidad a cuenta, y pronto le remitirá el saldo. Demos gracias a la Virgen. Así nos lo contaron monseñor Cagliero, don Angel Savio, Enría y el mismo don Bosco. Don Angel Savio, que era el administrador del Oratorio, añadía a éste, otros hechos. -Cierto acreedor, después de un arrebato de cólera por no haber sido pagado todavía, estaba ya a punto de ir ((**It6.181**)) a la habitación de don Bosco, amenazando con hacer dictar un apercibimiento judicial (**Es6.144**))
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