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El señor Magra mandó el pan, pero fue en
persona a cobrar sus haberes o al menos algo a
cuenta.
En casa no había ni un céntimo. Era un día de
fiesta, por la mañana; estaba don Bosco en la
sacristía confesando a un gran número de chicos,
cuando llegó el acreedor diciendo al sacristán que
a toda costa quería hablar con don Bosco. El
sacristán intentó impedir ((**It6.180**)) aquel
atrevimiento, pero el panadero abrióse paso entre
los muchachos, plantóse frente a don Bosco y
empezó a insistir afirmando que imperiosamente
necesitaba el dinero que se le debía. Miróle don
Bosco con calma y le dijo:
-Espere unos momentos, mientras acabo de
confesar.
Pero el otro replicó:
-De ningún modo; no puedo aguardar, necesito
que me pague en seguida.
Por toda respuesta don Bosco siguió confesando y
el panadero, viendo que no se daba por entendido
de sus protestas, se apartó mirando a don Bosco
casi con estupor. Salió despúes a pasearse por los
pórticos, aguardando a que él saliera. Así que
acabó don Bosco de confesar, suplicó al Señor que
le ayudara en tan angustioso trance. En aquel
preciso momento entraba en la sacristía un señor
desconocido que le entregaba una carta cerrada y,
después de saludarlo cortésmente, se marchaba sin
más. Don Bosco metió la carta en el breviario,
celebró la santa misa y se dirigió al refectorio
acompañado de don Angel Savio y otras personas
externas. Recordóle entonces el padre Savio la
deuda urgente y don Bosco, sin desconcertarse,
empezó a decirle que era preciso aguardar otro
momento, pues entonces no tenía nada. Pero, en
aquel instante, le entregaban el correo recién
llegado y se acordó de la carta que había recibido
en la sacristía: la abrió y encontró una cantidad
considerable, que entregó inmediatamente a don
Angel Savio para contentar al panadero, a quien
poco después decía:
-Ve usted? La Providencia es grande y vino en
nuestro socorro. Ahora le manda una cantidad a
cuenta, y pronto le remitirá el saldo. Demos
gracias a la Virgen.
Así nos lo contaron monseñor Cagliero, don
Angel Savio, Enría y el mismo don Bosco.
Don Angel Savio, que era el administrador del
Oratorio, añadía a éste, otros hechos.
-Cierto acreedor, después de un arrebato de
cólera por no haber sido pagado todavía, estaba ya
a punto de ir ((**It6.181**)) a la
habitación de don Bosco, amenazando con hacer
dictar un apercibimiento judicial
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