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El día 20 de enero de 1858, don Bosco debía
liquidar una cuantiosa deuda y no tenía ni un
céntimo. El acreedor había esperado algún tiempo,
mas ya no admitía dilación. Llegó el día doce y
seguía don Bosco sin el menor asomo de esperanza.
Al verse en aquellos aprietos, dijo a unos
muchachos aparte:
-Hoy necesito una gracia particular: voy a
Turín, quiero que durante el tiempo que estaré
fuera, haya uno de vosotros en la iglesia orando.
Así se hizo. Don Bosco salió a la ciudad y los
muchachos se turnaron para rezar en la iglesia.
Caminaba don Bosco por Turín; ya cerca de la
iglesia de los Lazaristas se le presentó un señor
desconocido y después de saludarlo, le preguntó:
-íDon Bosco! Es verdad que le hace falta
dinero?
-íNo sólo me hace falta, tengo verdadera
necesidad!
-Pues si es así, tome.
Y le entregó un sobre que contenía varios
billetes de mil liras. Don Bosco quedó asombrado
por el donativo y vacilaba en aceptarlo, creyendo
que aquel señor estaba loco o se chanceaba.
((**It6.175**)) -Pero,
a título de qué me entrega esta cantidad?
-Tome, le replicó, y aprovéchela para sus
muchachos.
-íGracias, y que la Virgen se lo pague!... Y si
usted quiere le doy un recibo.
-No es necesario.
Tomó don Bosco los billetes que el desconocido
le entregaba y añadió:
-Dígame al menos su nombre para conocer a mi
bienhechor.
-íNo averigüe más! El donante no quiere ser
conocido. Sólo desea que se rece por él... Puede
usted hacer lo que quiera con este dinero... y no
se preocupe.
Así diciendo se marchó a toda prisa.
Era un rasgo evidente de la divina Providencia.
Don Bosco envió en seguida el dinero a su
acreedor.
Contaba monseñor Cagliero: <>-Don Bosco, no come hoy con nosotros?
>>-No puedo, respondió, comer hoy a la hora de
costumbre; antes bien necesito que cuando acabéis
de comer (y volvióse al prefecto, el padre
Alasonatti, a don Miguel Rúa, a mí y a otros
clérigos) necesito que os encarguéis de que esta
tarde hasta las tres, haya
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