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((**Es6.134**) cambio de ellos, se apresuró a enviar al librero otra cantidad de libros buenos, cuantos cupieron en un carretoncillo bastante capaz. Entre éstos figuraba el Joven cristiano. El Católico instruido en su religión y otros muchísimos opúsculos de las Lecturas Católicas. Veía don Bosco la urgente necesidad de éstas, por lo que seguía con toda diligencia su labor. El número de marzo fue recibido con entusiasmo por los muchachos y los suscriptores. Se trataba de la narración anónima: La cruz a la vera del camino. Cuenta las aventuras de un muchacho tirolés que, por la manía de viajar, huye de sus montañas; pero , arrepentido de haber proporcionado tan gran disgusto a su padre y a su madre, muda de vida ante una cruz plantada junto a su choza. Después de muchas aventuras, tristes y alegres, visita unas misiones católicas de América, recupera una respetable fortuna que le había sido robada, y vuelve para consolar a sus ancianos padres. Don Bosco hacía sabias advertencias, recalcando a los lectores la importancia de los beneficios recibidos por el mundo, merced a la predicación del Evangelio y la diferencia entre las misiones de la Iglesia Católica en tierras de infieles, guiadas por Dios y las de los protestantes emisarios del demonio. Comenzaba el opúsculo con este preámbulo: A los beneméritos corresponsales y suscriptores de las Lecturas Católicas. Con el presente número entramos entusiasmados en el séptimo año de nuestras publicaciones populares, esperando que los señores corresponsales y suscriptores querrán seguir favoreciéndonos como en años anteriores, con su deseada cooperación. Espera la Dirección haber cumplido el fin que se había propuesto y, si todavía no pudo alcanzar todo el bien que desea, se alegra, sin embargo, de saber que no es escaso el mal que ha impedido. ((**It6.167**)) Corren tiempos más difíciles que nunca, pero con nuestra confianza puesta en Aquél que todo lo puede y en nuestros beneméritos corresponsales y suscriptores, esperamos superarlos. Por esto con todo tesón seguiremos nuestro cometido, pues sabemos que hacemos una cosa óptima; no sólo contamos con la aprobación, sino con el más apremiante y apreciado estímulo del Padre de los fieles, el Sumo Pontífice Pío IX, que no sólo quiso se introdujeran las Lecturas Católicas en los Estados Pontificios, sino que se publicase en Roma una edición expresamente preparada, con el mismo título, fin y formato. Damos gracias a todos los que nos ayudaron y propagaron de algún modo las Lecturas Católicas, y les rogamos encarecidamente que no nos dejen faltar su apoyo. Nosotros prometemos por nuestra parte, en la medida de nuestras fuerzas, introducir las posibles mejoras en los temas a tratar, para hacerlas cada vez más interesantes. La Dirección (**Es6.134**))
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