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cambio de ellos, se apresuró a enviar al librero
otra cantidad de libros buenos, cuantos cupieron
en un carretoncillo bastante capaz. Entre éstos
figuraba el Joven cristiano. El Católico instruido
en su religión y otros muchísimos opúsculos de las
Lecturas Católicas.
Veía don Bosco la urgente necesidad de éstas,
por lo que seguía con toda diligencia su labor. El
número de marzo fue recibido con entusiasmo por
los muchachos y los suscriptores. Se trataba de la
narración anónima: La cruz a la vera del camino.
Cuenta las aventuras de un muchacho tirolés que,
por la manía de viajar, huye de sus montañas; pero
, arrepentido de haber proporcionado tan gran
disgusto a su padre y a su madre, muda de vida
ante una cruz plantada junto a su choza. Después
de muchas aventuras, tristes y alegres, visita
unas misiones católicas de América, recupera una
respetable fortuna que le había sido robada, y
vuelve para consolar a sus ancianos padres.
Don Bosco hacía sabias advertencias, recalcando
a los lectores la importancia de los beneficios
recibidos por el mundo, merced a la predicación
del Evangelio y la diferencia entre las misiones
de la Iglesia Católica en tierras de infieles,
guiadas por Dios y las de los protestantes
emisarios del demonio.
Comenzaba el opúsculo con este preámbulo:
A los beneméritos corresponsales y suscriptores
de las Lecturas Católicas.
Con el presente número entramos entusiasmados
en el séptimo año de nuestras publicaciones
populares, esperando que los señores
corresponsales y suscriptores querrán seguir
favoreciéndonos como en años anteriores, con su
deseada cooperación.
Espera la Dirección haber cumplido el fin que
se había propuesto y, si todavía no pudo alcanzar
todo el bien que desea, se alegra, sin embargo, de
saber que no es escaso el mal que ha impedido.
((**It6.167**)) Corren
tiempos más difíciles que nunca, pero con nuestra
confianza puesta en Aquél que todo lo puede y en
nuestros beneméritos corresponsales y
suscriptores, esperamos superarlos.
Por esto con todo tesón seguiremos nuestro
cometido, pues sabemos que hacemos una cosa
óptima; no sólo contamos con la aprobación, sino
con el más apremiante y apreciado estímulo del
Padre de los fieles, el Sumo Pontífice Pío IX, que
no sólo quiso se introdujeran las Lecturas
Católicas en los Estados Pontificios, sino que se
publicase en Roma una edición expresamente
preparada, con el mismo título, fin y formato.
Damos gracias a todos los que nos ayudaron y
propagaron de algún modo las Lecturas Católicas, y
les rogamos encarecidamente que no nos dejen
faltar su apoyo. Nosotros prometemos por nuestra
parte, en la medida de nuestras fuerzas,
introducir las posibles mejoras en los temas a
tratar, para hacerlas cada vez más interesantes.
La
Dirección
(**Es6.134**))
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