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>>Así lo hizo y se confesó.
>>Queridos míos, demos gracias al Señor. Es
evidente que Dios produce a veces con su gracia
verdaderos prodigios. Dichosos los que
corresponden a ella, pero desgraciados los que
oyen llamar a la puerta de su corazón y la
cierran; corren grave peligro de que no vuelva y
de morirse con su pecado, como amenaza hacerlo
Dios mismo en la Escritura: Quaeretis me et non
invenietis... et in peccato vestro moriemini. (Me
buscaréis y no me encontraréis... y moriréis en
vuestro pecado). Desde entonces, lo mismo el amo
que sus dependientes siguieron ((**It6.165**))
confesándose con regularidad. Venían al Oratorio a
hacerlo y, cuando no podían, me pasaban aviso e
iba yo a confesar a su casa.>>
Otro muchacho del Oratorio festivo fue ocasión
de la salvación espiritual de su padre. La
propaganda protestante seguía perpetrando en
Piamonte sus atentados contra la religión católica
y había fundado en Turín la sociedad de los
tratados religiosos para Italia con una librería
evangélica, desde la que puso en circulación
treinta y un mil trescientos setenta y dos
ejemplares de obras heréticas entre grandes y
pequeños, veintisiete mil ciento veinticuatro en
italiano y cuatro mil doscientos cuarenta y ocho
en francés. Los libros procedían de París, Dublín
y Londres y, de Londres también, grandes sumas de
dinero. Esta sociedad abrió además en Turín una
tipografía para la publicación del periódico La
Buona novella (La Buena noticia), que en ocho
meses dio a luz no menos de dos millones y medio
de páginas blasfemas y calumniosas. Un gran número
de emisarios se encargaba de su difusión,
recorriendo ciudades y aldeas, acudiendo a los
mercados, sosteniendo puestos, o abriendo
establecimientos donde despachar aquella mercancía
envenenada.
Pues bien, el hijo de uno de aquellos emisarios
y encubridores frecuentaba el Oratorio y su padre,
con el afán de mayor ganancia, vendía en Turín
periódicos y libros pésimos.
Los oratorianos no tardaron en enterarse de
ello, y como don Bosco les había dicho varias
veces que tales emisarios cooperaban directa e
inmediatamente al mal, corrieron a manifestárselo.
El entonces habló con el pobre muchacho, se
informó más ampliamente del caso y, ante el ruego
de que intentara apartar a su padre de aquel
detestable oficio, marchó a su tienda. De buenas
maneras tanto le dijo y tanto hizo, que le
convenció para que le cediese toda aquella
mercancía herética y se la llevara al Oratorio.
Hizo un gran montón con libros y ((**It6.166**))
periódicos protestantes en medio del patio y en
presencia de los muchachos los pegó fuego y los
redujo a cenizas. A
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