((**Es6.132**)
le presentaban, aun en medio de los internos que
llenaban la sacristía, y los invitaba a pasar los
primeros.
El bien que don Bosco prodigaba a los
oratorianos, redundaba en favor de sus padres,
como ya lo hemos dicho en otra parte. El mismo
contaba el 14 de septiembre de 1862 el hecho
siguiente, conversando con sus alumnos después de
la comida:
<>-No me consuela precisamente vuestro cariño;
si queréis dar una satisfacción a mi corazón
preparaos para hacer una buena confesión; eso sí
que me agradaría.
>>íFiguraos! Tío y tía, que oyeron hablar de
aquel modo al único consuelo que tenían en el
mundo y que tanto querían, se conmovieron hasta
verter lágrimas.
>>-Pues bien, dijo el tío; si esto es lo único
que puede consolarte, quiero darte ese consuelo.
>>Y al momento ((**It6.164**)) él, su
mujer, y todos los dependientes se fueron
arrodillando y se confesaron. He de advertiros
que, como suele ocurrir con la gente de este
oficio, eran poco aficionados a la confesión y la
descuidaban. Ya se habían confesado los hombres,
quedaba únicamente la mujer y ésta me tenía
perplejo. Qué arreglo cabía? Decirle que viniera
después a mi casa, no convenía, pues podía darse
que, enfriado aquel fervor, se entibiase también
el buen propósito. Qué hice? Agarré las cortinas
de la cama y las arreglé de modo que sirviesen de
rejilla. Pero al verme la buena mujer me dijo:
>>-Qué quiere usted hacer?
>>-íHago de tapicero!
>>-Déjelo, replicó. íMe confesaré como los
demás!
>>-íNo puede ser!
>>-Qué falta hacen tantas ceremonias?
>>-No son ceremonias; está mandado así; para
las mujeres hay que usar rejillas y, como aquí no
las hay, tenemos que arreglarnos de otro modo.
>>-Bueno; ísi es así, haga como le plazca!
>>En cuanto tuve preparado, lo mejor que pude,
aquel confesonario, le dije:
>>-Arrodíllese aquí, un poco apartada.
(**Es6.132**))
<Anterior: 6. 131><Siguiente: 6. 133>