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((**Es6.128**) valdenses habían abierto en la calle del Arco; e impidió que centenares, y tal vez millares de muchachos, se dejaran ganar por la herejía. Para más atraer a los mayorcitos al Oratorio, fundó el teólogo Murialdo una escuela de canto por las noches de los días laborales y encargó de ella al maestro Elzario Scala; y los muchachos instruidos en el canto coral llegaron a cantar misas solemnes en la humilde capilla de san Luis. Se decidió también a organizar una banda de música y, después de hablar de ello con don Bosco, le presentó, para que diera su parecer, un reglamento, cuyo contenido era el siguiente: ((**It6.158**)) La escuela de música y de canto, establecida en el oratorio de san Luis, tiene por fin atraer a los muchachos al Oratorio para que asistan a él en los días festivos, se acostumbren a cumplir los deberes religiosos y tengan una conducta cristiana y moral. Quedarán, pues, excluidos de ella los negligentes en la asistencia a las funciones religiosas del Oratorio, los que notoriamente tengan mala conducta o sean causa de graves desconciertos entre los compañeros y reacios a las órdenes y a la disciplina establecida. Para impetrar el auxilio divino sobre esta obra, se rezarán en común las oraciones de la noche después de las clases. Durante las clases se mantendrá silencio y sólo se podrá dirigir la palabra al maestro. Habrá que llegar puntuales a la clase y no salir antes de tiempo sin permiso. No será lícito tomar y tocar el instrumento de otro sin su permiso. La infracción de esta norma se castiga con la multa de una perra chica hasta cuatro. Por consiguiente cada uno tendrá que aportar un fondo de veinte perras chicas para la eventualidad de la multa. Agotado el fondo, no podrá seguir asistiendo a las clases, si no lo renueva. El que recibe un instrumento del director de la banda tiene que abonar mes por mes la cuota estipulada, de lo contrario se le quitará el instrumento y no se le devolverá hasta que no se ponga al corriente de los acuerdos concertados. El Teólogo, obtenido el consentimiento de don Bosco, pues en su maravillosa humildad no hacía nada por su propio arbitrio, junto con el abogado Bellingeri, compró los instrumentos, sometiéndose a un notable gasto. Pero deseando que todo procediera con orden, asistían él y el abogado a los ensayos, ayudaban al maestro y animaban a los incipientes músicos. Pero la banda no correspondió al fin que se proponía, pues ocasionaba más desórdenes que edificación y hubo que disolverla. Don Bosco ya no permitió nunca la banda de música en los Oratorios festivos de Turín, porque le bastaba la de Valdocco para el servicio musical de las fiestas. Sólo en sus últimos años, achacoso y apremiado por las insistencias, cedió a pesar suyo y dejó hacer. (**Es6.128**))
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