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opinión de quienes habían vivido con él podía
causar daño, insinuando dudas en muchos de ellos.
Sobresalía entre los que se atrevían a hablar sin
respeto y con mayor libertad de esta biografía
cierto clérigo. Los alumnos andaban divididos con
distintas opiniones. Pero muchos procuraban vivir
alejados de aquellos críticos y no querían tomar
parte en sus discusiones.
En esto, se hizo público un hecho que parecía
dar razón a los contradictores de don Bosco. Este
había contado la invitación hecha a Domingo Savio
para ir a nadar y había omitido el detalle de que
el jovencito cedió la primera vez a las instancias
de un compañero.
Resultó que este compañero y paisano suyo, un
tal Z..., era estudiante en el Oratorio y salió
negando abiertamente que Savio hubiera rechazado
ir a bañarse, puesto que lo había invitado él
mismo y había ido con él. El tarambana se
vanagloriaba de ello como de una gran proeza. Se
armó, pues, un escándalo. El edificio de virtudes,
aunque verdaderas, levantado por don Bosco parecía
derrumbarse. Demostrada la falsedad de un hecho,
podían negarse también los demás. Pero don Bosco,
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varios días, no dijo una palabra en su defensa, ni
aun en privado, aunque estaba perfectamente
enterado de las habladurías.
Por fin una noche, después de las oraciones
rezadas en el comedor, subió a una silla, con el
rostro tan serio como pocas veces se le había
visto. Había que salvar la verdad, y empezó a
hablar sin preámbulos y con su acostumbrada calma:
-Cuando Savio murió, invité a sus compañeros a
decirme si en los tres años, que moró entre
nosotros, habían apreciado en su conducta algún
defecto a corregir o si le faltaba alguna virtud
que sugerir; pero todos estuvieron de acuerdo en
que nunca habían encontrado en él nada que
mereciese corrección, y que no sabrían qué virtud
añadirle. Yo mismo fui testigo de todo lo que he
escrito, o lo supe por personas de la casa, aquí
presentes, o ajenas a la misma, pero dignas de fe.
Al comienzo de la plática alguno intentó
sonreír, pero su sonrisa se apagó en seguida en
los labios al ver el continente grave de los que
le rodeaban. Don Bosco prosiguió:
-A pesar de todo habéis oído estos días algunas
observaciones sobre ciertos hechos de la vida de
Domingo Savio, vuestro compañero, y, entre otras
cosas, se me culpa de haber dicho una mentira. Se
ha negado que Savio rehusara ir a bañarse. Sí, es
verdad: ífue a bañarse!... Pero en el relato hay
que notar dos circunstancias. Fue invitado dos
veces. La primera se dejó llevar, pero, al volver
a casa, y
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