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un juicio cabal de su conciencia, quiso, según
dijimos, hacer con él la confesión general.
Comenzó a confesarse de quince en quince días,
después cada ocho, y a comulgar con la misma
frecuencia. Como viera el confesor el gran
provecho que sacaba de las cosas espirituales, le
aconsejó comulgar tres veces por semana, y, al
cabo del año, le permitió hacerlo diariamente.
Esta biografía, que llevaba un grabado con el
retrato del santo jovencito, dibujado por Carlos
Tomatis e impreso por el litógrafo Hummel, exponía
las pruebas de una verdad consoladora. Domingo
Savio había sido para el Oratorio un
acontecimiento, puesto que, si la belleza y
fragancia de una flor demuestra la buena calidad
de la tierra que le da vida, si la belleza y
suavidad de un fruto descubre la bondad del árbol
que lo lleva, bien puede afirmarse que la santidad
de Domingo Savio es una prueba indudable de la
bondad de la institución del Oratorio, que le
sirvió de escala para subir a tan alta perfección.
Por esto el espíritu del mal intentó
desacreditar las áureas páginas de aquella
biografía.
Se repartió el librito a los alumnos internos,
que lo esperaban con viva curiosidad. Pero esta
vez no podían faltar los críticos en un centro tan
numeroso, sobre todo porque don Bosco permitía una
razonable libertad para que cada cual expresara su
propia opinión.
Sus muchachos, sin dejar de ser respetuosos,
eran sinceros y expeditos en el decir, pues así
los formaba la educación que recibían, que no
toleraba timideces, hipocresías o adulaciones, y
esto es digno de notar, pues de ahí nace una gran
verdad.
Los muchachos no eran tan fanáticos de don
Bosco como para creer ciegamente lo que él
afirmaba, sino que lo amaban por la realidad de
sus virtudes, que ellos observaban y juzgaban
atentamente. Nadie ponía ((**It6.147**)) en duda
el cumplimiento de su predicción de aquellos días,
y era evidente para todos que don Bosco no había
podido conocer el futuro por ciencia humana. Sin
embargo, en aquellos mismos días habían surgido
contestaciones sobre la veracidad de algunos
hechos, narrados por don Bosco en el librito.
Todos reconocían que Savio había sido un muchacho
de virtudes extraordinarias, pero algunos no
querían ver nada de sobrenatural en ciertas
acciones suyas, porque ignoraban lo que la
humildad y la prudencia habían mantenido oculto
hasta entonces.
Otros añadían que don Bosco había inventado
ciertos episodios con la buena intención de
proponer a los cristianos un modelo de muchacho
perfecto; y como más de la tercera parte de los
alumnos habían ingresado en el Oratorio después de
la muerte de Savio, la
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