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((**Es6.119**) un juicio cabal de su conciencia, quiso, según dijimos, hacer con él la confesión general. Comenzó a confesarse de quince en quince días, después cada ocho, y a comulgar con la misma frecuencia. Como viera el confesor el gran provecho que sacaba de las cosas espirituales, le aconsejó comulgar tres veces por semana, y, al cabo del año, le permitió hacerlo diariamente. Esta biografía, que llevaba un grabado con el retrato del santo jovencito, dibujado por Carlos Tomatis e impreso por el litógrafo Hummel, exponía las pruebas de una verdad consoladora. Domingo Savio había sido para el Oratorio un acontecimiento, puesto que, si la belleza y fragancia de una flor demuestra la buena calidad de la tierra que le da vida, si la belleza y suavidad de un fruto descubre la bondad del árbol que lo lleva, bien puede afirmarse que la santidad de Domingo Savio es una prueba indudable de la bondad de la institución del Oratorio, que le sirvió de escala para subir a tan alta perfección. Por esto el espíritu del mal intentó desacreditar las áureas páginas de aquella biografía. Se repartió el librito a los alumnos internos, que lo esperaban con viva curiosidad. Pero esta vez no podían faltar los críticos en un centro tan numeroso, sobre todo porque don Bosco permitía una razonable libertad para que cada cual expresara su propia opinión. Sus muchachos, sin dejar de ser respetuosos, eran sinceros y expeditos en el decir, pues así los formaba la educación que recibían, que no toleraba timideces, hipocresías o adulaciones, y esto es digno de notar, pues de ahí nace una gran verdad. Los muchachos no eran tan fanáticos de don Bosco como para creer ciegamente lo que él afirmaba, sino que lo amaban por la realidad de sus virtudes, que ellos observaban y juzgaban atentamente. Nadie ponía ((**It6.147**)) en duda el cumplimiento de su predicción de aquellos días, y era evidente para todos que don Bosco no había podido conocer el futuro por ciencia humana. Sin embargo, en aquellos mismos días habían surgido contestaciones sobre la veracidad de algunos hechos, narrados por don Bosco en el librito. Todos reconocían que Savio había sido un muchacho de virtudes extraordinarias, pero algunos no querían ver nada de sobrenatural en ciertas acciones suyas, porque ignoraban lo que la humildad y la prudencia habían mantenido oculto hasta entonces. Otros añadían que don Bosco había inventado ciertos episodios con la buena intención de proponer a los cristianos un modelo de muchacho perfecto; y como más de la tercera parte de los alumnos habían ingresado en el Oratorio después de la muerte de Savio, la (**Es6.119**))
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