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la de otros jóvenes que vivieron entre nosotros
con fama de acendrada virtud. A la verdad,
queridos míos, la divina providencia se dignó
mandarnos algunos que han sido dechados de virtud,
tales como Gabriel Fascio, Luis Rúa, Camilo Gavio,
Juan Massaglia y otros; pero sus hechos no fueron
tan notables como los de Savio, cuyo tenor de vida
fue claramente maravilloso.
Por otra parte, si Dios me da salud y gracia,
es mi intención recoger por escrito las acciones
de estos compañeros vuestros para satisfacer
vuestros deseos y los míos, al presentároslas para
leer e imitar en lo que es compatible con vuestro
estado.
Aprovechad las enseñanzas de cuanto os iré
narrando y repetid en vuestro corazón lo que san
Agustín decía: Si él sí, por qué yo no? Si un
compañero mío de mi misma edad, en el mismo lugar,
expuesto a semejantes y quizás mayores peligros
que yo, supo ser fiel discípulo de Cristo, por qué
no podré yo conseguir otro tanto? Pero acordaos de
que la verdadera religión no consiste sólo en
palabras; es menester pasar a las obras. Por lo
tanto, hallando cosas dignas de admiración, no os
contentéis con decir: <<íBravo! íMe gusta!>>.
Decid más bien:
((**It6.145**)) -<>.
Que Dios os dé a vosotros y a cuantos leyeren
este librito salud y gracia para sacar gran
provecho de él; y la Santísima Virgen, de la cual
fue Domingo Savio ferviente devoto, nos alcance
que podamos formar un solo corazón y una alma sola
para amar a nuestro Creador, que es el único digno
de ser amado sobre todas las cosas y fielmente
servido todos los días de nuestra vida.
No es el caso tejer aquí el elogio de una
obrita de la que se han impreso innumerables
ejemplares en muchas lenguas, que corren por las
manos de medio mundo con incalculable ventaja de
la juventud. Pero, no queremos pasar por alto una
cosa, a saber, cómo entendía don Bosco que se
debía regular la comunión frecuente, tal como
resulta del sistema que empleó en la dirección
espiritual de Domingo Savio. Se lee en el capítulo
catorce.
Está probado por la experiencia que el mejor
apoyo de la juventud lo constituyen los
sacramentos de la confesión y la comunión. Dadme
un chico que se acerque con frecuencia a estos
sacramentos y lo veréis crecer en su juventud,
llegar a la edad madura y alcanzar, si Dios
quiere, la más avanzada ancianidad con una
conducta que servirá de ejemplo a cuantos le
conozcan.
Persuádanse los jóvenes de esto para ponerlo en
práctica; compréndanlo cuantos trabajan en la
educación de la juventud, para que lo puedan
aconsejar.
Antes de su venida al Oratorio, Domingo se
acercaba a estos sacramentos una vez al mes, como
se acostumbraba en las escuelas. Más tarde aumentó
la frecuencia; pero como un día oyera predicar
esta máxima: <>, Domingo
acabó de comprender la importancia de estos
consejos.
((**It6.146**)) Comenzó
por elegir un confesor fijo, con el cual se
confesó regularmente durante todo el tiempo que
estuvo entre nosotros; y para que pudiese éste
formarse
(**Es6.118**))
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