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pondrán dificultades. Ya he enviado los nombres de
cinco de sus alumnos a la oficina de reclutamiento
y tienen su número de matrícula. Ahora no queda
más que hablarles una vez más, entregar a cada uno
su propio número y el asunto queda terminado.
-Mejor aún; hagamos así: dígame su nombre y
apellido y su domicilio de usted aquí en Turín. Yo
envío inmediatamente esos jóvenes a su casa y
comunico a sus padres que se pongan en relación
directa con usted. Por tanto, desde este mismo
momento queda usted en completa libertad, al cesar
el motivo que le induce a permanecer por más
tiempo en esta casa.
-Pero, ni siquiera puedo hablar una vez a estos
jóvenes?
-Ni una vez siquiera. Y ahora mismo voy a dar
las órdenes oportunas para que los jóvenes vayan a
las clases y a los talleres, y apenas se hayan
retirado, su señoría puede marcharse.
-Pero sepa usted que sus jóvenes son amigos de
Garibaldi y quisieran...
-También yo soy amigo de Garibaldi y pido a
Dios que pueda encontrarse tranquilo y en su
gracia en punto de muerte.
En el intervalo los muchachos salieron del
patio.
Don Bosco acompañó al intruso hasta la
portería, lo saludó cortésmente ((**It6.142**)) y dio
orden al portero de no dejarle entrar más en casa
ni permitirle hablar con nadie.
Sin embargo, como en el Oratorio se había
despertado un poco de excitación y se hablaba de
amor patrio, de guerra y de voluntariado, don
Bosco mandó llamar a los jóvenes comprometidos. No
los riñó, sino que les dijo con calma:
-Ya no deseáis permanecer en el Oratorio, pues
queréis alistaros como voluntarios. Pues bien,
como vuestros padres os confiaron a mí, podéis
volver a vuestras casas. Yo no me opongo a vuestra
intención: presentaos a ellos, exponedles vuestro
deseo y haced lo que ellos os indiquen.
Y les dio prisa para que salieran en seguida.
-Pero así quedamos expulsados del Oratorio?,
decían los jóvenes.
-No os echo, replicó don Bosco; id únicamente a
consultar a vuestros padres y, si después queréis
volver, escribid sobre este asunto y veré qué se
hace. Pero ícuidado!, no volváis antes de haber
recibido una carta de ingreso; porque, para volver
a entrar se requiere una nueva aceptación formal.
Aquellos muchachos tuvieron que salir.
De no haber tratado bien don Bosco a aquel
comisario de reclutamiento,
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