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-Diga al conde Miguel de Castellamonte que pase
por aquí un momento.
Acudió éste y respondió que las listas de las
Curias habían llegado y que la de Turín estaba al
completo.
Reflexionó un instante el Ministro y después
dijo a don Bosco:
-Le han dicho que sus clérigos no pueden ser
dispensados del servicio militar. Pero me parece
que su exención es la cosa más fácil de este mundo
sin violar la ley. Siga mi consejo. Persuada a la
Curia para que examine la lista presentada al
Gobierno y quite de ella a los que quedarían
exentos por otros motivos que no sean ((**It6.139**)) el del
estado clerical; es decir por razón de familia, de
salud o de algún defecto físico y ya verá cómo
también habrá puesto para sus recomendados.
Marchó don Bosco rápidamente a la Curia con
este fin; pero el Canciller rehusó escribir a las
familias de los seminaristas presentados,
pretextando que se lo impedían otros trabajos
urgentes. Entonces don Bosco se ofreció a tomar
sobre sí esta incumbencia. El Canciller le entregó
la lista, y en seguida escribió él veintiuna
cartas, correspondientes a otros tantos clérigos,
y tuvo la suerte de encontrar que dos de ellos
estaban también exentos por ser hijos únicos de
madre viuda. Volvió entonces don Bosco al ministro
De Foresta y éste extendió oficialmente los
documentos necesarios para que Cagliero y
Francesia sustituyeran a los exentos por ley.
Este asunto le costó al buen padre tres días de
trabajo, con gran pena de su corazón, porque, de
los clérigos que tenía en el Oratorio, eran
Cagliero y Francesia aquéllos en quienes más podía
confiar.
Entretanto el clérigo Cagliero, que había visto
aquellos días desde el mirador, millares de
reclutas que partían para los campamentos, como
tuvo que ir a legalizar y retirar algunos
documentos necesarios, dijo al Oficial de la
Curia:
-Estoy muy satisfecho, porque así todo lo debo
únicamente a don Bosco.
Cagliero sintió siempre cualquier repulsa y
humillación que tuviera que sufrir don Bosco. Pero
éste, si le veía a veces triste y malhumorado por
tal motivo, le sonreía y alegraba con una de sus
bromas.
-íGolosón, que no sabes vivir sin dulces! Hay
que acostumbrarse a trabajar en medio de
contrariedades que robustecen el pecho.
Por aquellos mismos días se enviaban emisarios
por los diversos estados de Italia para animar a
los jóvenes a ir al Piamonte y alistarse en el
ejército como voluntarios. Hubo millares, en su
mayoría
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