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Ella todo cuidado. Pero, antes de que salgas para
el paraíso, quisiera darte un recado.
-Diga lo que guste; yo haré todo lo que pueda
para obedecerle.
-Cuando estés en el paraíso y hayas visto a la
Santísima Virgen María, preséntale un humilde y
respetuoso saludo de mi parte y de la de todos los
que viven en esta casa. Ruégale que se digne
darnos su santa bendición; que nos ampare a todos
bajo su poderosa protección y nos ayude de manera
que ninguno de los que están, o que la Divina
Providencia mandará a esta casa, se pierda.
-Haré con gusto este recado y qué más?
-Por ahora nada más, descansa un poco.
En efecto, parecía que quisiera dormirse. Pero,
aun cuando conservaba su acostumbrada calma y la
palabra, no obstante los síntomas anunciaban su
muerte inminente. Por lo cual se comenzó la
lectura del proficiscere (emprende el camino).
Hacia la mitad de esta oración de despedida del
alma, Magone, como si despertara de un profundo
sueño, con la habitual serenidad de rostro y con
la sonrisa en los labios, dijo a don Bosco:
-Dentro de unos instantes haré su recado,
procuraré hacerlo exactamente; diga a mis
compañeros que los espero a todos en el paraíso.
((**It6.126**)) Después
estrechó entre sus manos el crucifijo, lo besó
tres veces y profirió sus últimas palabras:
-Jesús, José y María, en vuestras manos pongo
el alma mía.
Y abriendo los labios como para sonreír,
plácidamente expiró.
Eran las once de la noche del viernes 21 de
enero de 1859. Apenas si tenía catorce años y,
aquella alma afortunada abandonaba este mundo para
volar al cielo como piadosamene esperamos.
Al llegar el día, se dio la noticia de que
Magone había muerto. Los muchachos rompieron a
llorar, y repetían:
-En este momento Magone está ya con Domingo
Savio en el cielo.
Se rezaron muchos rosarios, se celebró el
oficio de difuntos y hubo gran número de
confesiones y comuniones. Todos buscaban algún
objeto que le hubiera pertenecido, como cuadernos
y sus páginas, para guardarlos como reliquias. Y
para dar una prueba exterior del gran afecto que
todos tenían al amigo difunto, le hicieron un
entierro tan solemne como lo permitía la humilde
condición de la casa.
Con cirios encendidos, cantos fúnebres, música
instrumental y vocal acompañaron sus restos
mortales hasta el camposanto, donde,
(**Es6.103**))
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